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domingo, 4 de mayo de 2014

Kulturart

martes, 17 de julio de 2012

De nuevo.

Prueba 2

domingo, 13 de marzo de 2011

Antonio Alfeca - Definitiva Nube - Sevilla 2000

Autores en KulturArt: Poesía

Antonio Alfeca   Margen Cero: Almiar   e-mail
 
                                                 
   
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Inauguración
Cuando la sed me puede te veo realizada, casi rodeando un tesoro
en la celeste bóveda que se va escapando.
Te perfilas como un manto que resoles danza
y mi suave elefante se disuelve como las cortezas
mientras le llueves esponja para sorber océanos y brillarlos por el iris.

Tu afiche o náufraga agujita clavada en el momento
tan difícil de ahincar cuando el norte es menos norte;
el magma rotundo de los colores; las presencias, tan formidables
como negra escarcha o un paladar apagado.

Y pareces lavarlo todo en tu húmeda espesura informe,
a ti cayendo y sintiendo desde ti
el bostezo púrpura de los años;
y te apartas para que te cumpla el fulgor instante
de vivir, morir y todo lo contrario.           



Oculto
Nube gris traje reflejado en un espejo,
nube tan cargada como el sueño matutino
que se deshace turbión en un vaso oscuro
donde ignoradamente vivo continúa olvido sin desmemoria.

Grávida cárcel cuando miras los ojos indiscutibles,
los teoremas imborrables como sinvacíos,
vapores consumados, perfectos
como la línea que no acierta a deslindarlos.

Morirás algún día dejándote caer maná, flechas,
simple agua que se miente y se rehace
mientras al otro lado queda el hueco
salado que a cada instante abres.

Escaleras de mar renuevan empellones,
baldas de mercurio, lunas y lunas,
jamás columnas de suelo o habitación desesperada,
jamás tierra, pie, hueso, grabado laberinto
ni rastro de oído y de su lengua
ni siquiera el aquilón de mármol
que en extremo congrega la sed del azogue,
esa nublada vista que nos contempla
nadas desde ninguna parte.
UN ojo que no ves y no te ve: crea.
Una pulpa que tiñ e diferencia
y los dientes que ella siempre ha deseado
en su hueco habitual e inverosímil.

No mediaba un pájaro de sospecha
entre la ventana y el primer momento.
Pasado imperfecto (canté, mentí),
oscura luz de los pesares que has gozado,
bruma por el puente que no avisa
cuándo el agua es un mármol o suspiro.
 

Remonta el esmeril absurdo como un mundo, ama
sobre la dolorosa tonelada que vives
hasta que el vapor te ciegue si ojos acaso,
si acaso tú, colchón y roca,
paladar que duerme o habita en el asombro.
   Fe
Pero el cielo tiene una punzada; más da que galope
al cielo impenetrablemente verde,
a púas de sal para escaleras descalzas. Sabes
que el llanto puede acudir como un asombro que ciega,
con su autobús vacío, con esa telilla tan cierta
que disuelve la voz de la espesura y tapia a un niñ o oscuro
después de haber mordido pechos cansados, viejos almanaques,
la penumbra que late en la buhardilla.

Si un caracol te puebla, lloverá la sed del misterio
y será hermoso ser para ningún ciego el absoluto
y será el rechinar de dientes para quienes ver parecen
una estampa que no puede subir más allá de su pared
o el fuego clavado de un proyectil y su catapulta:
la ventana está llena de cualquier luz
y la luz lava sin permiso las cosas
al cabo aladas como un soplo.







Nubes sutiles, traslúcido lecho,
goznes que en su ser de agua soplan sin lugar
a todo lo ciego salvo en el breve punto
en que se pulula y se mata o amor existe.

Allí los innúmeros frutos que esconden algún vidrio pergeñado,
la sólida voz de las luciérnagas para que vuelva Luego;
alféizar o esperanza, el caracol naciente;
pájaros quizá con un punto de escarcha
que devoran la luz del olvido constante
y una serpiente que mientras copula piensa.

Tal vez los libros se revuelcan en plazas o arcillas
o rehacen la exacta coordenada milésima
tan fehacientes, tan de verdad verídica,
tan de cristal totalmente acabado;
mas el renglón desconocido posee sólo su altar
donde ni almas de sacrificio moran
ni el embrión müerto de las ausencias
ni la boca de la boca que engulle
ni un ojo para el sincolor insomne
mientras ellas siguen tensamente dulces
arraigando un hoy ya no para mañana.

               










Paraguas
Apuntar al cielo no es suplica o mortal estoque ni ansia siquieracomo un corazón asida, ni tampoco la absoluta certidumbre de que losotoños van a derramarse.
Si arriba empuñas, no látigo ni sable; si sometes, no cualidad detrébede cansado ni metrónomo en calles mojadas ni árbol amparando elfrágil tesoro de los días.
¿Te protege de tu mar cayendo como un miedo? -él, temblorosa rosade radios equidistantes-; ¿te protege de tu dorada risa que de repentecruje y repica como un recuerdo amortecido? -allá allá muy arriba,donde cada lugar perdió el sentido y pensar es tan aroma como tortuga-.
Déjalo, déjalo a su olvido y silencio meditando un golpe henchidoen la tormenta, meditando la pausa voraz de los días en la certeza deque nadarás tu caballo o tu ave del paraíso o tus hojas como dócilescadáveres de sueño.
 

No volver
Mas tierra se evapora ahíta de surcos y vertederas, luces que noacaban de caber en su sumidero entre el cristal y el azogue, luces quemás no son clarines, sinfonías alertas, escaleras que lo son mientrassu subida mientes.
Dónde el detalle de la duna como un cuerpo, como un rientetumulto, su jacinto o su cisne que alucina al encanto, los velocesolivos que dejan un sabor en la pupila, la pupila señuelo de losseñuelos tras la cual los minutos viajaban como cuerpos o su sombra.
Más vapor, más luciérnagas brotando carmines vencidos, la cancióndurable para oídos ningunos con clave en tú mientras se confunden ydevoran las huellas del mundo, las cruces, esos trofeos gastados por elhambre que pende sobre tu cabeza.
Tu pelo muerto como un vientre recién nacido, tu visaje comohiedra desaparecida si no te olvidas de cuándo, si olvidas, si al finalno hay más que olvido y si te unes ya sólo unes, ya unión sólo existemás que nube extendiéndose infinita con el vigor insospechado delpenúltimo beso.

     
   Nube tras nube
Más rápida que el ojo, más cierta que una losa, más perdida que lasombra de un torrente, más sin tierra que una estrella engullida caminala nube como con miedo a pisar nada.
Sin años para vestir toda la pena ni para ensillar el torbellino osu firmamento, la luz que la acompaña es otra de otra, y tras la dudapasa.
Colores parece, y pinta y regala iris por detrás de su indómitaaltura con riesgo de no ser o estar o pretérito anterior o fugaanticipada.
¿Y qué le será la muerte más que pasar ella misma removiendo uninútil antes que cielo y sentir que a un lado las hormigas vuelan,serpean, circulan o duermen incluso?
Te pienso. Ya eres la entraña de un caracol insomne tejiendo odestejiendo los caminos. Y no hay demora ni roce ni aun párpado que seresigna: nomás agua en que aún has muerto, sueño que ayer matas ymatas.
 

Primera nebulosa
Saberte recuerdo o pulpa en las manos sigue abriendo fauces oecuaciones. Contadores severos rugen túneles en el aire. Tú sólo mirasy discurres silenciosa.
Tú con la gracia incógnita de limpio que no acierta a cumplir losmomentos, que corretea sin moverse y en algún punto atina a morderse. Ynace
Si las arenas supieran... Pero sólo se mueven. Son múltiplos de unpretérito perfecto. Tú promesa inacabada de los mundos, caracola de loshumos que adivino y los días petrificados. Detenerse,
ascender quizá o sumirse en la flor sin la sensación de nisiquiera tenerse, tocar el sabor y el océano baliza de un simpledesnacer o un desentierro,
y tú ríes o besas con certeza inalcanzable, la que pensaré cuandoviví el primer vientre y sus duras aguas que rencuentras escapando.Espuma, espuma. No sé cómo te llamé tú, sólo te llamo.            

La nube no habita el cielo aunque séptimo sea mientras tú crees ver croar en el estanque algo como un hilo de luz. Friso altorrelieve perdido entre el polvo casi tal como el que aún tocas o acto que semejas, la vida de una concha fuera de su caracol manando ángel o fuego desmadejado.
No cuentes, que yerras con los ojos y con los dedos que manejan la vez de la bruma; que respiras lo que un acero partir parece y no hay más corazón que los diluvios.
Si la aurora te tocó légamo o contrafuerte de un viento que no hallarás más allá de los pinares tal vez sólo des en vasija cierta o en compás tan sumamente delimitado que, cuando ya no puedas decir ni yo, lo considerarás absurdo como tu carne, absoluto, concreto.
Advierte, date vuelta, yérguete de lo que está brillando, no aguardes el tallo fatal de las lluvias para copa trenzada de primer cieno. Y ante todo, olvida lo leído.
 

Nubes, paisajes
Recrearse en la pestaña o el guiño, la vidamuerte. Nacer camino de la mañana, fría como un rostro casi ajeno y ganarse eterno insecto de ámbar en algún cajón de sí: un logro.
'Esto es, esto es la nube', sostienes con la terquedad de una pupila inmóvil contemplando tras el pilar la columna, los dudosos penachos de la arena sólida entretanto.
Y tu dedo pasa con huella de soplo mientras sólo es capaz de apuntar vapores, cúmulos que llueven o corren o desbastan tu piedra gris como un señuelo. Tú los sigues
cuando ya es muy tarde para morir y saltar perlas de una fuente, de la insólita axila del estiércol, y descubrir que las nubes son peras o cuchillos o tienen pecho como la luna y que siempre besan sin tocarte.

  

Tras las nubes

A Concha Pino, alma de muchos
Cuando la luz dudosa de un enero se aclara y no asiste ni la sombra de un cirro hay un cielo que late abigarrado y verde, una savia que inspirada circula.
Si se va, galopa pétalo o hito sin trica en el lugar que cimentó solamente tu querencia; pero ése es el norte de lo encapotado, la victoria tras victoria con que brillas.
Allí hay vergeles o vientos o los besos son muchedumbre; allí cuando miras y un desigual coro no se perpetra en la calle y, si te abandonas, sólo emigras de un humo gris y de las ruedas que llevan siempre a alguna parte.
Tener es una osadía; ser, una nube que jamás abre. Si tenemos y somos, sólo pensamos y contemplamos el inmóvil sauce sin fluido disecado en un agua que se hinca.
Como dios intermitente vive, como el pensamiento cercado menos en su aroma, y olvídate del plomo que las raíces, semejando iris, proyectan en tu torno.
 

Gemelas
Una, otra nube, la misma. O quizá una otra misma segunda. Todas viaje de la estrella o navaja o fruto incluso. En una palabra, nube. Nube que se quiebra.
O su puzle, no sabría decir. Ni todas las tempestades me lo indicarían, todo lo más una certeza absoluta, o dos. La certeza se parece extraordinariamente a un ser vivo; sí, se parece.
Pero no hay indiferencia del espejo en esquirlas, del mirador que se te muestra como un mundo cuando te sientes y quiere la luz hermanarte en dorada intermitencia. Y vives.
Vapores resumidos: estás y estás. Dónde comienza el latir, dónde termina como silbido que tocas, como caricia que escuchas tú, contigo.
Decide entre la indistinta bruma: que muera a una señal del pecho desatado en resoles. El firmamento acabado. Tragaluz que despide y congrega.   
       
Nube quieta
Estrato de la tarde que deviene la tierra misma,
manto que no acaba de ponerse aunque estés al torno,
dintel mientras el iris lo niega
con un carmesí cerrado y espeso. Casi adiós.

Un punto para reverdecer en su sepulcro
los labios de un jacinto ensoñado,
el pasillo que contempla, y es color
y bisagra camaleónica del tiempo.

Tan perfectamente extendida y tan tersa yace
que entre las dudas dudo de su existencia
sin un dios que la consagre flor de pan.
Quizás ayer o ahora. Más tarde.

Con su abierto cuchillo camina
donde no hay pérdida o posible. La voz
se desfleca total, un ciego cruento
tan semejante a tu impenetrable paso.

Haber muerto antes del fatal golpe. El mundo
da vuelta a la estaca: ya no está.
Y el viejo madroño saluda
al hueco súbito de la noche,
la oscuridad completa del momento.
 

Tormenta y calma
Granito sobre ti, mausoleo de la hora.
Tan cierto y sin luz, que dudas de haber muerto.
El mar o mente de abandono que miras con el soslayo
de un acechado cuerpo sin abrigo.

Olas que en su ímpetu semejan aludes
o el diástole implacable de un niño,
olas de lo alto que entre sus blancos
minutos se sumen o sepultan.

Al punto el cielo dardea con fe desesperada de ponto;
todo él es una agonía o no es o no parece.
¿Fue piedra acaso? Alguien lo quiso:
ya estallido, diáspora, tañer de peces y perlas, nimbo ermitaño.

El espejo vacío completa el iris.
Mejor: el espejo se vacía de sí,
la sima infinita en la mirada,
la roca impasible del árbol.

La saciedad de las hojas abre el paso de la rama
y pende un fruto azul y erizado.
Acércate si hay lugar: te extrañas, te pareces. Al fin, te reconoces.

¿Qué se hizo de la nube donde aun el mar se olvida?
    El último cirro
Puede no haber cielo suficiente para ese milagro
cuando una casa es casa o las calles son ciertas
y la piel es un presunto calor que nos alberga
y el sol un pájaro azul que nos admira.

Ni montaña ni laureles de cuando tú y yo vibrábamos,
cantábamos aire o brotábamos sueño
y él ya existía como un inicio presagio
mientras la luz lo poblaba casi sin importarle.

Como la voz repetida de un amplio salón,
sin embargo dios a sí mismo devorado.
Tan espuma para un mar continuo,
tan planta irrepetible para lo que en pie se sueña.

Allá esa altura de niebla impensable
al mediodía que semeja resabio
y al azul que casi está magia
de haber aprendido qué azar es cuando.

Si dices que desapareció mientes
mientras divisaste su agonía, su momento a otro,
pues siempre que lo ves reside su fosa en tu pupila;
y al acabarse ya para nunca
se aproxima niño de ámbar o noticia que regresa.
 

Caminan las nubes, el mundo gira
No sé si es voluta traslúcida la que impele al haz de la piedra en atanor de espesura
o aroma el que hace brincar los muros del castillo.
No lo sé, sólo lo siento.
No sé si es la luz convertida en gris proyector
lo que devuelve sillas clavadas del iris
que te niegas a ser, porque andas.

Y entretanto el nautilo desentrañado bulle en tu cabeza
porque el león por el cielo se asemeja a cada cosa
y muere con coraje fatal de estrella
y muere aun en el nubilunio que detienes.

Sí, paras con tu mano imparable de Josué casi invicto
y tu paso a punto de hacerse estaca
clavando, sí, la mirada de un hito a otro,
aun con la entraña veloz de víctima que se presiente.

Eppur si muove.
En la sabia buhardilla goza el minuto dejando inefable su niebla,
su luz condensada y secreta o roce de celindo niño como un soplo;
¿no notas aún rumor de cirros en la claraboya?
Desfilan voz de arena, de elefante transparente;
no sé. O a un viento que los pies rotan.
Contempla el cielo, y mueve.
               Mediodía.
Si había un sol debió ser éste
que no se puede ver sino en amarra de carne,
despejada estrella para cuando la lluvia llegue o diga
el rielar del suelo aferrado a tu mirada,
pantalla, caleidoscopio, quizá presencias, barros.

No hay lugar para más brillo en tu cabeza manzana:
la sangre se te transparenta y pueblas la fuente.
Serás niño o mar colgado si es que müeres,
si la verdad traspasa la calle apenas presentida,
la hornacina donde viven tus billetes gastados.

Pulsas, te remueves; en una palabra, revientas
velos, puertas, la propia luz como un inicio.
Despegarte cuando un cúmulo te imponga algún olvido,
despedazarte si es que el temporal está sumido en grises dudas
tan formidables como el iris que les finge absolutos.

Y no habrá paño que embote el mediano herir
en que la pureza trabaja como un gusano devoracartas.
Llegar a la plaza abierta como un himno
que sólo puede ser aniquilado
con una nube total, definitiva.

En la luna rueda el agua.
 

Nubes, agua, cuando niño
No en de cúbito supino: tumbado boca arriba,
si es que hay boca adónde. Todo era lo mismo:
un ombligo al aire, una sábana, una máquina de tricotar,
los dientes guardados, el hormigón haciendo de suelo,
el jaramago, el vaho de las areniscas que, tan impasibles,
aguardaban en su frontón. Y antes del poema,
por decir antes, no había nada;
quizá la abuela, la adorada giba, su olor a cirro chamuscado
casi de agosto. Y tal vez, tumbado, la noté pasar y anunciarse,
despedirse aun latiendo como un coral.
Salir, salir y sentir allá la peramiel tras la sierra,
sentir que el algodón transcurre grave y acaba mármol,
ráfaga, arena fresca y triste de lluvia.
Y antes de que las gotas sorprendentes licuasen las venas
y de que el arco iris sentase desmentido o pancarta
buscaba el vientre y su tejado de fuego
para vapor dulce estando cristal de mirada.
La madre aún aguarda ya duna volátil,
ya rastro, ya distinto.
Y arroscado en ovillo sobre mí
descubrí el océano y su llama.
                         Más que ceguera
Ah, poder pasar alguna vez por sapo muerto
para perder la vista!
Quizá mi pupila no me deje ver la yerba
ni siquiera la nube que la está cegando.
Estanque, estanque súbdito y arrepentido,
un croar enceguecedor de almas.
La miseria pasa por viento fluorescente
de dinteles veloces como un sonido que no piensa
y rïela indistinto mortero.
Árbol más increíble cuando el cielo promete cúpula
y en estrábico libro se proyecta o en sepultura coja
donde danza imperfecta la armonía
con una simiente de niebla.
Oír, haber oído: monotonía, recuerdo,
puñal hasta el fondo de un batracio respiro fruto;
¡ah, pero no ver el nublo desencendido de la noche
ni cuándo se desesperará en cauce
ni el rumor desentendido que sabes
en los vítreos cuerpos que ya no mienten;
ay, cómo yende el vapor la musgosa sima,
la penumbra del costado que desaparece!
 

Amanecer, algo de paz
Parece que la transparencia se ha hecho campeadora
y que no importa meditar abajo calle eterna.
Ni rastro de nube o de lejanísimo cirro
o anécdota de incierto derramada.
Las líneas inmemoriales que no acertó el cielo
rectamente trazan su redondez
y en su traelleva inconmovible no habrá lugar a la duda
de que la mano es un llover presunto y desconocido
que alterará de momento al madroño donde siempre habita la
paloma,
a la invencible saciedad de los cuerpos yacentes.
Pero esos cinco tactos me avivaron. Y nací
de un inmenso error del ojo como una aurora,
de esa enorme legaña que laten los objetos
pidiendo junto al pálpito distancia. Y me advertí.
¿No notas el remolino incansable, el muelle de reloj como si tal
cosa?
Por detrás del morir los oirías estirándote
como yo, aquí y ahora ausente,
con tajadora piel de lo increíble.
Y al través cristal, vapor, sangreviva,
la sombra calando aguas en el renglón del arriate.
Afuera, orondo, despejado, el sol. Eso parece.  
Por doquier, nube

Perderte y reconocer ojo o espejo en tanto hilos de bruma
acechan
y forman en la extrema sed tu tejido casi real de tan húmedo a la
caricia,
libro de todos los torrentes, paradoja esperada.
Las moradas acogen una suerte de infinitos trizos de cascada que
similuz devuelven
como una compasión o captada vidamuerte.
Lo que es algodón o piedra no es. Quizá se desviste,
quizá lo quisimos lento ardor de profecía,
furia en algún acto condensada.
No llueve para no saber, para que el día
no decaiga de su convencido andamio
y seguir fingiendo tu yo, la frágil
esponja que constituye, el sauce
que sólo sabe alzarse o hundirse.
Engaño virgen sorbo a sorbo: propio engaño
en lecho de mar caediza a chorros.
Y enjuga, no sea que sorprendas el abdomen vacío del alba,
su cruel piedad de estío
viendo en la dorada almena,
en el coral consumado,
en la hojareda lozana
cómo en tanto vas y te evaporas.
 

Gravedad
El peso permanece y urge cuando lo quieres,
el anhelo es un disparo azul e indistinguible.
Dulce y condensada como un bocado furtivo,
luz tamizada tan con este carrusel
de adioses de corazón que llaman memoria, rostro.
Voz en medio de planeta y astro, de soplo muerto en caracola,
diferente como la espuma de un mar reproducido
donde ciudad ni su palabra existen
y ninguna razón la pronuncia, y se llama voz.
No te excuses de pasar o quedarte,
de que el granito lo sea por un momento,
de que fuego se descubra o pantalla en que vives
o río que, de continuo, se engaña cuando el viento le piensa la
corriente.
Entre el hueco de la red y el respiro sordo del arrecife
bulle el cristal sin parada y con muerte
de azar en el haz de los caminos
quizases de un hierro que nadie trata.
El cielo no es fácil si elevarse o hundirse no es moverse,
si el vapor es el rizo de los gestos
que vibran como tenues aparecidos
y que hoy, aquí, te aplastan.

          
Un nuevo día digno de recuerdo

"It's a brand new day" STING
Si has descubierto que el sol no tiene centro, ¿cómo delimitar la
luz?
¿Cómo adjudicar severa arista a la curvatura?
Yo no necesité comprobaciones: supe desde pronto
que tú eres onda. Me remonté
donde la realidad parece perderse -Aristófanes,
sus nubes-. Y en tal caso,
lo idóneo se derrite en una jarra de leche
y tú adivinas tu filo inefablemente curvo
justo en tu algodón o sorpresa o cortina.
¿A quién vas a vender el prodigio del surtidor del que ni la luz
reconoces?
¿A quién la espadaña, hecha en el disolverse?
Cuando miras es grabar sentencias sobre la madeja de las aguas,
es alud de interminable ovillo, babosa
hecha para remontar el universo:
la tez milagrosa como azalea; los gorriones que, entre los
naranjos,
todo lo comen y pían sin saber adónde.
Mas, ¿cómo pude tener la osadía de verte, de ni siquiera
nombrarte,
de regalar preguntas al vaso vacío, de mentar pizcos de mundo?
Acaso rezo, que es como memoria,
por la sed de tu continuo reverbero.
Mientras te reflejo, la cama se niebla oscura.

Maran atha. Y sólo otra vez amanece.
 

Sin-vivir
¿Cuántas lunas te defenderán de una verdad imposible a la vista
mientras desconfías de no ver aparecer la nube,
cuánto será el cordel y cuán grueso
para no surcar la sed de un nuevo viaje?

Lee y estudia la noche de bella muerte
elongado de ti como un rezo, los signos
sobre la piel ausente de ella. Aprende
lo que ellos jamás dicen porque les falta boca, tintero.

A ti mismo te faltan. Quien escribe
es tu neblinoso reflejo, quien auténticamente
te habla. Evaporándose un dedo, un brazo,
el vientre de tanto sueño, el pecho, los ojos,
hasta el reseco cráneo. Ésa es la cuestión.
Pero amarra el verbo, el sentido
que eriza el vello y lo vuelve más que alma.

Sólo entonces vuelas. No habrá más búsqueda,
no la hay. Todo es completamente
incompleto. Amas nube
como quien queda espejos distintos,
y al fin la entraña sabe.

Detrás de la esquina esperan los vivos.
Sequía
Pasa tanto cielo que ya no sabes a qué llamar bonanza
y parece aliento el reconsiderar la bruma
aquella dentro de la cual todo era regalo,
el presentir o atisbo de inconclusa profecía.

Formas, piedra, increíble milagro
para el tajo que se descarga como vista,
tan a la grávida raíz de los escalones
que duele lo que calles o personas parece
o el afilado perfil de los parques.

Si la hierba o el madroño se agostan, mienten o mueren
o acarician o visten ciego aroma y signo
de que una aguja sola los adhiere
a un punto del azar y nebulosa.

Los pasos que me latieron son los que discurren
con su compás ajedrezado,
suicida madre del día.
Un vientre seco alimenta el camino
que el desaparecer resiste.

Pasa nítido brocado el firmamento. Y no importa
si en su penúltimo espejo de agua
me hallo -¡oh memoria!-
nube sembrando paraíso.
 

La gran nube
Cirro denso y cuajado como un ponto
y cual él la humana sangre hecha columna
matando el instante de la sal y la arena;

¿de dónde te viene la quemante veta
que pone mármol en la noche sin vía
y pies donde apenas llega el pensamiento?

Cuando quiero mirar, no hallo la clara
brecha que sólo da el nacer
y un agualumbre que sin tocar se siente;

pero nazco donde la recta senda giro
sin notar el tendón de la luz, el eje
que a ti te atraviesa, hermano, como a mí.

Así somos la inescrutable medida
que en lo húmedo pone alada corona
o un tornasol presentido o carneviento.

Tan fuera de mí ya el adentro mío
que no sé de ti ni de las estrellas
que se reencuentran en nada,

y llegar. Siempre estamos llegando
templo de gasa, caracola de fuego,
océano volador. He visto.
          El velo de Isis
Sé que no es el último por más que la tierra inunde en su caída
y que el pez no volará si en exceso lo amamantas
y a las olas les prestas eco de plateada sepultura.
Nunca se está del todo ciego para ver
un manto de menos donde el vacío sobra,
antesala, escalinata, peristilo impenetrable
si en la siemprepuerta te obstinas.
Seis pezones inminentes te impregnan sentidos
buscando celeste lucha, distinto de distinto
que en el gemelarse encuentra reposo.
Mas nunca estás vestida o desnuda: los setos, el verdor de un
árbol si último quedara,
celando tu íntimo vibrar, tu éxtasis en ti
y aun el ondeo del aire, su densidad indefinible
me aislarían de ti como de una viuda negra
cuyo momento me acaba o me duerme.
¡Qué hermoso amar tras los tejidos
que nos llaman tú o yo, y qué triste!
¡Qué alegría si el séptimo velo cayese,
todas las clepsidras océano y nube-nube
y sin entonces -lo mismo- entrar, vibrar,
desaparecerse!
 

Desierto
Un templo plantado en medio de tiempo o arena
-como el durazno ansía el suelo que lo acaba-
medita la extensión del eterno laberinto
con cielo por techo ilimitado.

Medita el desnudo cordón del que pende,
se tienta la áspera escalinata, el peristilo
de flor ajada sin brizna de vapor en que ayudarse
para pasar por un recién nacido,

y todos los pasillos y recovecos hasta llegar
a la madre, tímido velo,
habitación sagrada que a todo renuncia
-aun a parecer la sola luz que debe
entrar por todas las estancias-.

Olvidaos de los oasis que lo circundan
como de espejismos que no otorgan
ni la sangre ni siquiera el aliento
del vaho sobre los cristales.

Dudaréis de su propio suelo
cuando su mudanza llegue
y, pasajero de nubes,
muera en la ciudad deshabitada.
Nubes de la discordia
No sé si sois pájaros diurnamente turbios
o filas de luciérnagas celebrando la vuelta del esposo
o la vena fría que, cerniéndose sobre ellos, los aplasta contra el
iris.

¡Ah, si todo fuera brisa que ya no encontrará su puño,
invulnerable al sordo compás de las tijeras
al cabo gastadas, cual los ropajes, en gusanos!
¡Ay, talles de la tarde interminable en que el mirar arriba
no concluye cuando no es un anhelo!

Si el sol convoca su alegría como furia
ves sobre los naranjos bandadas o muchedumbres pelear el
mismo aroma,
la sangre que hace yo del nimbo
y del lento estrato tú
colmando el cielo de desmemorias.

En un brillo clavado el cruor y la vez permanente de la sombra,
los colmillos saciados del silencio,
la víctima, descendida a la memoria,
el golpe, el tajo por siempre,
por siempre muerte traspasada.

Y ya que la tierra está colmada de alifafes al ciento por uno
y que el corazón es una mancha casi negra
desfilad, volad si podéis. Y extinguíos.
 

Aprendiz de nube
¿Para qué alzarse de entre basas y mampostas
si existe el continuo avión de la calima?
¡Ay tú tan obstinado en dejar la huella
que no admita ajena pisada,
en tal calle y número, página una de tantas,
párrafo cual y no otro!
Te tenía por tan distinto de mí
que no te creía yo, tú mi espejo mundo,
y te extraño y reconozco como al usado libro del reencuentro
que manejan estas manos que no van siendo mías
yedreando en pos de ti o de mi.
Entre la flama del húmedo jardín de la niñez
despierta de nos el aroma, se levanta
y siempre nunca bastante detrás,
-donde ya no trepa el tallo y se recuerda la hoja-,
la mariposa de col, el jazmín, el geranio,
la granada amorosa de semillas: el paraíso.
¿Para qué la batalla brillante de la almena
si es la sonrisa el foco
tras del final de los días
en que nos negamos y nos leemos?

   
Cuasi nube
Cielomar siempre cantado: tu principio.
Profetisa de oración dudosa, antaño inconfundible techo;
prodigio de hoja que brama y de húmedo caballo;
extraña virtud que, haciéndote cuerpo, te atraviesa y desaparece
en el viento que, sólo por pasar, también se ve
-su golpe o vaivén o caricia
que te solivia y te postra-.

A un caer lo llaman arena, a otro ciudad, a otro gente
-esa marejada más acá del instante que cuelga
de una sola luz que los contrastes acaba-.
Tú cuando aplastas te deshaces,
cuando todo lo mezclas y, en confusa feria,
vives siembra de latidos,
dudas que buscan fino tallo.

Y así, veta de sol en el escampe,
hombre volandero no más de un suspiro
cumpliéndose en su oráculo inconcluso,
retornas emigradamente la vez de otras que como tú
existieron en azul diferente amando
tacto y ausencia que de continuo soplan.
Celeste agua eras, y ya no llueve.
 

Revelación
El mundo devino rueda. La nube no sabría decirlo,
pero lo sabe. Al mirar se espejea la luz
del primer deseo. Creyendo, la tierra será llana,
el cielo un sentir: todo en su puesto
para que llueva la raíz y, hacia adentro,
el fruto piense. El día cae de su andamio y,
desvelado, crece el peldaño del sueño
de nada escapando, reuniéndose en nada;
no hay arriba no querido.

¡Ah, morir en la vigilia sin fondo ni altura,
morir brillando errante tambaleo, querer
matar un suelo en un vaso vacío!

Un amoroso aflorar de trompetas proclama
lo que quiso el pulso, lejos de moradasinmóviles y cruentas. La muerte se sentencia
cuando calla, y no precisa ojos
su presencia. Entre iris e iris, la melodía madura,
el recto camino al volver, la danza del caracol coronando
la roca profunda. Todo consumado: lo dice
el agua que llovemos y nos vive,
el sol que nos vive y que brillamos.
Nube poética

"He visto gente con formas de morir muy difíciles" JORDI HUGDET, cirujano Parece andar a buen paso, doblar
una esquina que deviene otra,
o meditar, como un cayado a manos de su dueño,
que la luz es de lo más inopinado en los ojos,
sometido al rodar de los días y las nubes.

Parécenle las manos un viento, el rostro
el vendaval de un presente pasado
contenido en ese nimbo que apesanta
cumbres no, pisos, azoteas.

Mas cuando va a llover, no se sabe
si es voluta el aire o lo que lo llena
de explosiones que conmueven las cornisas.

Caer, caer: qué aterrador y qué dulce
reventar el juicio de la piedra
medianera entre la nada continua y el paso de la gente
mientras brotan a la vez sangre y agua.

Y no son claveles o amapolas la sentenciosa bonanza,
mas su cirro, el profundo aroma de la noche densa,
el gozne sutil de la carne al respiro,
los siete firmamentos que incansables modulan
así en el cielo como acá en la tierra.
     El regreso
Al cielo se fue,
está en el cielo,
en el alambique
de los misterios,

buscando otra
sed de eterno
por los escalones
leves del sueño.

Volando se fue, volando
sin una brizna de viento,
abriendo un canal muy largo
donde se cumplen los huesos.

Se fue, se fue
casi sin quererlo,
huyéndosele la vida
de los puños a los dedos
con una tupida lluvia
que reivindica otro aliento.

Se hacía cada
vez más espeso,
a inertes pedazos
cayendo, cayendo.

Quería ser niño
haciéndose viejo
mediando la espera
de un solo momento.

Mas ahora está allí
donde ya no hay más tiempo,
de su propïa luz
hacia la luz, ajeno.
 

Agustín de la Poza. - Selección de Poesías

Autores en KulturArt : Poesía

Agustín De la Poza      .e-mail
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COMENTARIO LITERARIO A AGUSTÍN DE LA POZA por J. BALSA CIRRITO
CUANDO EL VERSO LLEVA AL CONOCIMIENTO

Quizás lo más importante de los versos de Agustín de la Poza sea su concepción de la poesía. De la Poza, y creo que es algo que salta a la vista incluso del lector más despistado, trasciende del hecho literario a la hora de la creación. Sus poemas, son, de este modo, una forma de conocimiento, un intento de acercarse dignamente a los misterios del hombre, una consolación sincera tanto para él como para el lector.Y ese conocimiento al que aspira De la Poza y a la vez intenta reflejar en sus escritos, tiene su origen en la experiencia vital más que en la experiencia literaria. Es importante esta salvedad y no porque creamos que el único requisito para la buena poesía sea la sinceridad (evidentemente (Eliotdixit), con buenos sentimientos se pueden realizar malos poemas) sino porque pensamos que las experiencias librescas sólo alcanzan a materializarse en forma de versos igualmente librescos, que pueden quizás admirarnos pero, difícilmente pueden llegar a emocionarnos.
De igual forma, la sinceridad de los versos de Agustín de la Poza no está reñida (en absoluto) con el aprecio de la forma. Realmente, la envoltura poética de sus versos es singular, ya que están recubiertos de una cáscara sutil de gravedad senatorial, de cierto estoicismo que se me antoja sólo aparente (en todo caso esto tendría que ser el propio autor quien lo confirmara o refutara) porque en el fondo nos envía a ese hijo que une a todos los hombres y que hace que todos (en cualquier tiempo, lugar o condición) tengamos los mismos temores y las mismas alegrías.
Por último, que permito darles un consejo para la lectura: las imágenes no son vacuas y gratuitas y tienen un apreciable rigor en la construcción. No nos encontramos ante una cascada de metáforas visionarias colocadas al albur de la pluma. Deténganse. Rúmienlas. Y si tal es su cuerda, disfrútenlas.
José Balsa Cirrito
Autor de la novela: La Estafeta del Viento
Profesor de Lengua y Literatura Española


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      Soy esclavo de los dioses.
Los sollozos de tus ojos,
soles verdaderos,
son manantiales de agua viva
que hablan por ti.
Dejando arrumbada la soledad,
al dramaturgo solitario
y los olvidos piadosos de una mujer.
Mujer. Fruto de la mano de Dios
y ética del firmamento.
Embrujador destierro,
allá en el pasado, en los confines.
La tierra hace lento el caminar
e indulgente tus voces
son repiques de las creencias marchitas.
Con cuerpo esbelto
y silueta bordada
sobre la tierra,
sobre las flores,
dejando la huella,
acariciando,
la tierra muerta.    
                  


La blasfemia de la muerte.
Bisecar el corazón
y la blasfemia de la muerte,
palabras del felibre fascista.
El corazón
con ritmo acelerado
en tu cuerpo maderero,
virgen de mis entrañas.
Con el soplo del espíritu
coherente a la imagen
del pensamiento de niñez.
Claudicante desde recién nacida
recurriendo como antaño
a la mentira verdadera.
Qué dolor he sentido
cuando de tu boca fecundaste
una idea.
Grande fue mi dolor
como soplo de letargo
arraigado a los pilares
decidiste de forma ajena
tu voluntad de voluntades.
                                    
                      Mi opinión.
Suenan las campanas
pasada la media noche
con la ilusión de los blancos vestidos,
una historia oculta y una ilusión estéril.
No llega la sazón. Nunca.
Sí el desafío y la pelea
al corazón esférico.
Es discreto el laconismo en tu sonrisa
y triste comprobar tu triste estado
en aquella España tosca e inerte.
Ahora, con la mirada del mal, llegan
la oscuridad y la inquietud
movidas por el anhelo de certezas.
Pájaro que resplandeces
¡cómo me achica tu brillo
con el sol que se pone
y el viento soplando desde el oriente!.
Palabras de pies cansados,
sin ideas. Mientras, tú cabalgas
a la razón oprimida.


Ha llegado mi hora.
Ha llegado mi hora.
La hora de entregarme,
por caminos diferentes
y abandonando las palabras.
Mi frío cuerpo de muerte
junto al leve roce de tu pelo
se entregan al frío desierto.
Me fui alejando,
cada vez más cerca.
La oscuridad y las ráfagas
son paso a paso mi tormento
en mi oscura memoria
formando humos, sombras y sueños.
Deseo regresar
y vivir lo cotidiano
sin perder la pauta
y comprando la vida a segundos.
Siempre con la interrogante,
siempre con el espíritu en la boca,
siempre con la sonrisa en la boca
para vestir de blanco mi cuerpo cansado.
Mi existencia está inquieta,
y no se divierte, porque está muerta.

                                                 
En los confines del sol
Allí donde naces
penumbra de estrellas
navego firme
en la falúa,
tendido en popa.
Suplico al adefesio reptil,
espejo misericordioso
diseminado de ideas,
profano.
Difícil proselitismo
en primavera de otoño.
Desnuda tu barro
y descubre el entorno.
La cara oculta esconde tu hermosura.
Pierdo la naturaleza
con tu nombre presente,
olvidando la vida por vivir.
De ideas otoñales
vegetando en tu recóndito agujero.

M
i decir que decir tiene
sin rechazo traducido
sin intención conjuntada.





DEL FIERO AMOR (SÓLO HE DE ESPERAR)

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DEL FIERO AMOR (SÓLO HE DE ESPERAR) 
 Lidón Montoliu 1996-2001
Esta obra se acabó de imprimir el 21 de Mayo de 2001
© Lidón Montoliu Ferrera, 1996-2001
© ChitiPC Corp. 2001
© ChitiPC NET 2001
© KulturArt 2001
Cita:

flor2Índice

Primer Acto    Segundo Acto     Tercer Acto  
flor1Escena Iflor1Escena Iflor1Escena I
flor1Escena IIflor1Escena IIflor1Escena II
flor1Escena IIIflor1Escena IIIflor1Escena III

flor1Escena IVflor1Escena IV


flor2Personajes  
 La obra fue escrita para ser representada con calcetines, a instancia de
Tt Montoliu F.


 EL FIERO Don Luís de Sierra-Pinar   DOÑA ISABEL  EL CUCO Don Rodolfo de Gracia              
por KulturArt    por KulturArt      por KulturArt    


             DONCELLA I Kaliprasanna           EL MONJE            ESCUDERO  
  por KulturArt  por KulturArt  por KulturArt


                    DONCELLA II Teresa            Guardias   
           por KulturArt    por KulturArt 



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ESCENA I / ACTO I
(EL FIERO Y SUESCUDERO MARCHAN HACIA EL CASTILLO DÓNDE VIVE EL SEÑORAL QUE LE DEBE PLEITESÍA. EL FIERO ADVIERTE A SU COMPAÑERODE LA PERSONALIDAD DEL SEÑOR Y DE SU HERMOSA ESPOSA. AL FINALDE LA ESCENA, SON RECIBIDOS POR UN GUARDIA EN LA PUERTA DEL CASTILLO)

EL FIERO:
¿Veis fiel amigo,
aqueste castillo
que nos aguarda como testigo
de glorias y felicidades?

(EL ESCUDERO HACE UN GESTO DE APROBACIÓN Y DE ADMIRACIÓN ANTE LA FORTALEZA)

Es bello, ¿lo veis?.
Pues allá en sus adentros,
guarda el más valioso tesoro,
que para mi es más valioso que el oro,
y jamás veré otro superior.

EL ESCUDERO:
¡Ay! Pero cuan inalcanzable!.
No olvide señor,
que su amada adorable,
es esposa, a vuestrodolor,
del señor más invencible,
que no es sólo esto,
sino que a él le debéis favor.

EL FIERO:
Si. Aquesto es cosa por mi ya sabida,
leída y conocida, dolorosa y asesina
que corroe mi alma y me martiriza.

Más... ¿quién ordena a los hados?
¿quién me regala momentos tan malos?
¡Oh, compañero! ¿a vos no os martiriza?
¿no veis injusta a la fortuna?

Fortuna, ¿irónico, no crees?
Fortuna ha de ser mujer.

EL ESCUDERO:
¡Venga, fuerza señor!
Pues más de mil se cuentan
las mujeres que por virtudes
a la de este castillo venzan,
pues las hay a miles por el mundo.

EL FIERO:
Tal vez sí,
más aún siendo así,
ninguna será como ella,
pues ninguna será Isabel.

EL ESCUDERO:
Un valiente caballero, y culto,
de buen nombre como el suyo,
aquestas extrañas promesas,
no deben enturbiar su cabeza,
y mucho menos por mujer atada,
o lo que es igual: casada.
En santo matrimonio
no hay mujer amada
por quien no sea su esposo,
a menos que sea el demonio.

EL FIERO:
¿Qué decís?

EL ESCUDERO:
Sí, mi señor,
vos no sois comparado sino con el sol.
Vuestras victorias, vuestra hombría,
es conocida, es cosa sabida.
A vuestro paso,
caen mujeres,
a pares, pero de miles.
Y miles siguen vuestro rastro
con sueños e ilusiones,
que no son más que las pasiones,
que vos dejáis a vuestro paso.
¿cómo os sentís así?

¿Y ella?
¿A quién llamáis desdichada?
Cuando nació con un hada,
que le proporciona
toda riqueza soñada.

EL FIERO:
¡Ay!
(SILENCIO)

Mi desdichada dama
presa en una dorada jaula,
de fríos metales,
donde todo es mentira
y no existe dulzura.
Más su dolor no es solo aqueste,
sino que tiene por es esposo a un vejete,
al que podrían ver como su padre,
y no por lo que es, su esposo.

EL ESCUDERO:
(SE RIE EL ESCUDERO)

Más bien parece,
por su figura y renombre,
el padre de su padre,
es decir, su caduco abuelo.

(AMBOS RIEN)

EL FIERO:
¡Ay!

(SUSPIRA)

¿Por qué es así de cruel
el alma humana?
¡Ay, mi amada!
¿qué va a ser de vos,
así atormentada,
por el destino cruel
al que habéis sido relegada?

(CON MÁS FUERZA Y SENTIMIENTO DE DOLOR)

Don Rodolfo de Gracia,
¿porqué nos atormentáis así,
con tanta frialdad...
y a tantas almas?.

ESCUDERO:
Señor, no ha de existir
un hombre tan cruel
como el que relatáis así.

EL FIERO:
Es buen noble y orgulloso,
valeroso y buen caballero,
de la más alta cuna,
y parece no tener
vergüenza alguna
que manche su honor.
Más si tiene un error,
que es de mi amada el dolor,
de saber que tiene por esposo
a un hombre cuyo andar
se tuerce un poco.

EL ESCUDERO:
¿Tan noble caballero es cojo?

EL FIERO:
¡No seáis tan tonto!
Lo que he de decir de él
es... que es loco.

ESCUDERO:
¿Y cómo habéis sabido
que aqueste caballero es ido?

EL FIERO:
Bien sabéis,
que al ser buen caballero,
no es mi pasatiempo el fisgoneo,
más sin embargo,
como el destino,
es inevitable oír
lo que la gente no deja de decir.

ESCUDERO:
Narradme y contadme...
de él habladme...

EL FIERO:
No, amigo no.
Pues a él le juré respeto
y por ello me negué el derecho
de traicionarlo a sus espaldas.

(APARECE UN GUARDIA)

Y es más, al castillo
por fin hemos llegado.

GUARDIA:
¿Quién va?

EL ESCUDERO:
El más valeroso
de todos los caballeros
que nunca a vuestro señor
le hubo jurado valor
y puesto a su servicio,
llevando su nombre
al más altoprestigio.

(CON FUERZA Y ORGULLO)

Don Luís de Sierra-Pinar
al que no sin razón llaman "El Fiero"
y con él, se presenta, su fiel escudero.

GUARDIA:
(SIN CREERSE NADA DE LO QUE HA DICHO, MAS BIEN CON TONO BURLESCO)

¿Cómo he de saber
si vos sois el verdadero,
y no sois un impostor
que viene a reírse de mi señor?
Dudo por que narran,
que vos sois o debéis de ser,
el más alto de los que hayan,
y es más con mis respetos,
no parecéis tan fuerte y valeroso,
ni tan alto, ni gallardo...

EL FIERO:
(MUY SERIO, Y BASTANTE MOLESTO, PERO SIN PERDER LA CALMA)

Si vos creéis aquello que os cuentan,
os encontraréis con sorpresas,
muchas veces dolorosas.

(AHORA CON GALLARDíA)

Más si no habéis de creerme,
os mostraré algo,
que sin duda os hará reconocerme.
Va conmigo a todas partes,
y es mi fugaz unión con el enemigo,
pues al haber abrazado ellos,
a mi compañera,
de júbilo caen al suelo abatidos.
Y como una fuente surge de ellos,
un vino rojizo, que no se toma,
pues es su vida, pues es su sangre.

(NO LLEGA A DESENVAINAR DEL TODO, SIMPLEMENTE, SE RETIRA UN POCO LA CAPA, COGE LA EMPUÑADURA, Y LA DESLIZA UN POCO, PARA QUE EL GUARDIA PUEDA VERLA)

¿Queréis besar a mi amiga?
Es de dulce acero,
con empuñadura de oro,
donde mi nombre es allí grabado.
Y en el filo,
miles de hombres anónimos,
que acariciaron a mi compañera,
que es mi hada y mi guía,
su vida firmaron en ella.

GUARDIA:
(ALGO ASUSTADO, MAS POR NO QUERER LUCHAR, QUE POR LAS PALABRAS DE EL FIERO)

Perdonadme mi señor,
olvidad aqueste mi error,
al cuestionar con osadía,
vuestra bien conocida gallardía.

EL FIERO:
(RIENDOSE DEL MIEDO DEL GUARDIA)

No es nada.
Id con Dios,
y recogeos el sudor
que cae de miedo
por vuestra frente.
¿Qué dirán de un guardia que teme?

(TANTO EL FIERO COMO EL ESCUDERO SE RIEN DEL GUARDIA)

FIN DE LA ESCENA I

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ESCENA II / ACTO I
(EN LA HABITACIÓN DE DOÑA ISABEL, SE ENCUENTRA ÉSTA Y LA DONCELLA I. LA DONCELLA ACABA DE DECORAR EL CABELLO DE LA DAMA, MIENTRAS COMENTAN LA DESDICHA DE PALACIO Y LOS TESOROS QUE LA DONCELLA GOSÓ EN OTROS TIEMPOS. AL FINAL ENTRA LA DONCELLA II PARA AVISAR DE LA COMIDA)

DOÑA ISABEL:
(CON ABURRIMIENTO, HABLANDO POR HABLAR, MIENTRAS HABLA ESTA MIRANDOSE EN UN ESPEJITO)

¡Oh, mi doncella!
Contadme, mora, aquestos cuentos,
tus historias,
esas hermosas palabras
de tierras tan lejanas.
¡Contadme, contadme!
La tristeza me consume...

DONCELLA I:
Ya es por vos conocida,
pues mi señora,
no hay estrellas en el cielo
que con su luz enumeren
las veces que vos me pedís
aquesta historía...

DOÑA ISABEL:
(CON MENOSPRECIO, PERO PERDIENDO LA PACIENCIA)

¡Kaliprasanna, contad la historia de una vez!

(CON SUFRIMIENTO EXCESIVAMENTE FINGIDO, Y ARTIFICIAL)

¡Oh, Kaliprasanna!
¡Todo en mi vida es dolor!
Vivo en una jaula,
encerrada en cuatro frías paredes,
sin ni siquiera el cariño de un esposo,
pues tengo por marido un loco...

DONCELLA I:
(CON SENTIMIENTO DE SUPERIORIDAD, PERO SIN REBAJARSE A VANAGLORIARSE)

En mi tierra fui feliz
en un hermoso palacio.
Las sedas y perfumes
me traían de la china,
exquisiteces y caprichos
eran para mi esposo
el asunto primero que resolvía.
Me bañaba en agua cÁlida,
transparente y limpia,
todos los días...

DOÑA ISABEL:
¿Cómo puede ser?
¿qué dolencia teníais?
¿cuál era vuestro mal?
¡Qué insólitas costumbres!
Pero, da igual, no respondáis.
Seguid mora,
que el tiempo pasa,
y mi paciencia es limitada.
¿Qué más teníais?
Con qué más contabais?

DONCELLA I:
Manjares y alhajas.
Piedras preciosas
que junto al oro
formaban la perfección.
Joyel que expresaba
desde el dolor hasta el amor,
según el momento,
pudiendo no repetir joya en un año.
Cimbras, arcos y bóvedas,
decoradas en la piedra,
con alhajas y relieves,
con pinturas e historias,
con telas, flores y riquezas...

DOÑA ISABEL:
(COMO SI NO HUBIERA PRESTADO ATENCIÓN A NADA... SIGUE JUGUETEANDO CON EL ESPEJO)

¿Es verdad que vosotras,
exóticas moras,
compartís el esposo
con muchas otras?

DONCELLA I.
Cierto es esto.
MÁs aun teniendo una docena de mujeres
éramos cuidadas, idolatradas, mimadas,
mucho mejor tratadas que las mujeres cristianas.

DOÑA ISABEL:
(BOSTEZA, SIGUE DISTRAIDA, AHORA UTILIZA UN TONO UN TANTO BURLESCO, PUES NO CREE EN NADA DE LO QUE LE DICE LA DONCELLA I)

¿cómo de tu palacio
llegasteis a mi castillo?

DONCELLA I:
Mi señora, como preferida,
era la primera esposa,
a la que más cuidaba.
-y la que más tenia-
Por envidia, resentimiento,
celos, o qué se yo,
las otras mujeres,
tal vez por ambición,
intentaron darme muerte.
Por tener virtud,
un bon habib me auxilió,
de mi condena me salvó.
Con mucho peligro salimos de allí,
pues por escapar, mio sidí
mal podría entenderlo...
¿quién sabe si me odiará?
¿quién sabe qué pensará?

DOÑA ISABEL:
(COMPADECIÉNDOLA, LA TRATA COMO SI LA DONCELLA I ESTUVIERA LOCA, LE ACARICIA PARA CALMARLA)

¡Ay kaliprasanna,
siento tu dolor,
tu penuria, tu frustración,
de la injusta fortuna,
de tu humilde destino!

(ENTRA EN LA HABITACIONLA DONCELLA II)

DONCELLA I:
¿Qué falta tan grave es aquesta?
¿Y el respeto, y la obediencia?
Contesta Teresa,
¿dónde esta la reverencia?
Desafiar a vuestra señora...

DOÑA ISABEL:
Calma mora, entra cristiana.
¿Qué deseas tu, tan atolondrada?
DONCELLA II:
Señora, todos ha de un tiempo
que a vos os esperan.
La mesa esta dispuesta,
la comida hecha,
casi todos en la mesa.
Ya dije, a vos os esperan.

(LA DOS DONCELLAS SE DIRIGEN MIRADAS DE ODIO)

DOÑA ISABEL:
Ahora voy. ¡Qué prisa!
¿No soy la señora?
¡Qué esperen!

FIN DE LA ESCENA II
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ESCENA III/ACTO I
(EN EL COMEDOR SE ENCUENTRA EL FIERO PENSANDO EN SU AMADA. POCO DESPUÉS APARECE EL MONJE. AMBOS DIALOGAN, EL FIERO LE CUENTA SU AMOR HACIA DOÑA ISABEL. EL MONJE INTENTA DISUADIRLO DE ESA IDEA, PERO LA IDOLATRÍA QUE SIENTE HACIA ISABEL SE LO HACE IMPOSIBLE.MÁS TARDE APARECE DOÑA ISABEL SEGUIDA POR LA DONCELLA I, ENTRABLAN UNA CONVERSACIÓN “VACIA”, HASTA QUE FINALMENTE LLEGA EL CUCO, ACABÁNDOSE EL PRIMER ACTO)
EL FIERO:
(PENSANDO EN VOZ ALTA. PUEDE MOVERSE POR LA SALA O BIEN QUEDARSE QUIETO)

¡Oh! ¿Quién soy yo?
¿qué soy yo?
No soy nada.
Soy sus lágrimas al llorar...
Soy su aire al respirar...
Ni eso soy.
¡Ay de mi!

(SILENCIO Y UN SUSPIRO)

¡Oh! Si fuera un hilo,
solo uno,
pues al ser de su vestido,
la envolvería,
y la tendría entre mis brazos.
Si simplemente fuera una horquilla,
al peinarse me rozaría con sus manos,
¡esas manos de alabastro!
Acariciaría esa seda,
me perdería en sus cabellos.

(SUSPIRA)

Mi sol, mi luz, mi día.
Mi luna, mi noche, mi lluvia.
Mi alma, mi amor, mi vida.
Mi paz, mi guerra, mi todo.
¡Oh si fuera el aire!
Una brisita ligera,
que serían mis suspiros,
así suave,
rozándote eternemente,
sonrojando tus mejillas,
acariciando tu cabello
y tu figura lentamente,
al igual que lo hace el viento.

Y otras veces,
con mi fuerza,
tu pelo movería,
aunque con cuidado,
como lo hace el amante
con su bella amada,
como lo hace todo amigo
con su cómplice.

(CON FUERZA, CASI CON RABIA)

¡Oh, cruel destino!
¡Cruel belleza la tuya,
que me enamora!
¡Retira tu hechizo!
¡Déjame libre!
Con tal sutil embrujo,
a mi me habéis encantado,
y dolorosamente
me estáis matando.
¿Qué otra cosa he de hacer que quererte?

(SUSPIRA)

(APARECE EL MONJE SILBANDO)

EL MONJE:
¿Qué? ¿hablando con vuestras tripas?
Es normal,
yo solo hablando
siempre comiendo ando,
vos que de tan lejos venís...
EL FIERO:
¡Oh, mi amargura!
Si el menor de mis lamentos
fuera hambre o muerte...
Si la menos dolorosa lágrima
fuera sangre de mi cuerpo...
EL MONJE:
(CON PICARDÍA Y CONFIANZA)
¡Os veo muy pálido!
Y afligido, y dolorido,
y aquejado y, machacado.
Total, que estáis más desecho
que en un caballo un leproso.

(SE RIEN AMBOS)

EL FIERO:

(ALGO MÁS ANIMADO)

Siempre habéis sabido donde
mi sonrisa se esconde,
pero os ruego que al ser cura,
de ciertas cosas hay que tener
piedad al menos.

(FINGE EL MONJE QUE PIENSA)

EL MONJE:
Tenéis razón, mucha razón
:
“Como un leproso” entonces.

(EL FIERO SE RIE PERO ACABA SUSPIRANDO)

Más por viejo
sabio es el diablo,
que por el hecho
de ser el diablo.
Por eso pienso,
que tanto suspirito,
tanta aflicción y,
esa palidez...
tan solo la provocan
dos horribles castigos:
el amor y la muerte.
Y por desgracia,
la primera mal tomada,
a la segunda es llevada..
¿Me confundo?

(EL FIERO SUSPIRA, Y APARTA LA MIRADA DEL MONJE)

Muy pronto
me haréis enfermar,
que los viejos,
las corrientes
no aceptan muy bien...
y con tanto suspiro,
mis huesos se resienten...
¿Por quién suspiráis?
¿Quién es la culpable?
En mi confiad,
que os ayudaré,
vos bien lo sabéis...

¿No será la dulce mora?
La de cabellos de noche,
la de ojos infinitos
cuyo color negro
inspira noches de luna
y de felicidad...
Esa jóven exótica,
de costumbres raras,
de encantador misterio.
¿Es Kaliprasanna el ángel
de vuestro desconsuelo?
EL FIERO:
Puede que exista
tan deseable mujer,
pero mi luna,
oculta a las estrellas.
¿Quién puede amra a una estrella
cuando la luna surge blanca,
suavemente entre las sábanas negras,
entre la seda suave de la noche,
acariciando el aire dulcemente?
EL MONJE:
Recordad buen amigo,
que la luna siempre
por muchos es amada,
y siempre vaga sola,
mientras que las estrellas,
a menudo mucho más bellas,
son menos solicitadas,
y por ello guardan en sí
mucha más virtud que la luna.
Y si probáis una y no os gusta,
probad otra que os agrade más,
y de las dos, quedaos la mejor.
EL FIERO:
¿Qué decís padre?
¿No se salva el alma
con pureza y espíritu?
EL MONJE:
Amar, como vos lo hacéis,
sólo lleva a la perdición.
Los placeres no son malos,
si no se hacen con obsesión.
Muchas penas,
grave pecado son...
Mientras os deis goce
si a otros dañar...
¿ha de ser pecado?
No hijo, no.
Solo la obsesión
lleva en sí la calamidad.

Decidme su nombre
para que os pueda ayudar...

(A TODAS LAS PREGUNTAS RESPONDE EL FIERO CON UN NO, Y LUEGO SUSUSPIRA)

¿Clara o Magdalena?
¿María o Elena?
¿Rosita o Marina?
Mmmmm...
¡Claro!, Teresa.
Tan bien logradas curvas,
tan majestuoso mirar...
¡Ay Teresita, Teresita,
tan pronto has empezado
fríamente a matar!
EL FIERO:
(CASI ENFADADO)

¡NO, NO NO!
Ninguna es comparable con mi amor.
Tan cándida, de gran virtud,
pura y sincera.
Es tan dulce miel,
de trato suave
como su piel.
¿Cómo puede ser
que alguien pueda
olvidar nombrar
a la dulce Isabel?
¡Oh Isabel!
EL MONJE:
(ASUSTADO Y MUY NERVIOSO)

¡Vive Dios!
¿Cómo me hacéis esto señor?
Buena la habéis armado,
niño inexperto,
¿cómo os habéis dejado?
¿Cómo habéis sido
tan cruelmente cazado?
¿Sabéis lo que significa?
EL FIERO:
(IGNORANDO LAS PALABRAS DEL MONJE)

Isabel, Isabel, Isabel.
Mi diosa Isabel...
El aire es impuro,
comparado contigo.
¡Oh mi Isabel!
Eterna fuente de
belleza y virtud
juntas en armonía.
Isabel, Isabel, Isabel.
Apaga mi sed,
da gozo por fin a mi alma,
alegra a cuerpo y mente,
que para ti son uno solo.
¡Oh mi Isabel!
Con tu leve vuelo,
paloma de mi consuelo,
sal de tu jaula de oro,
sal de tu cárcel dorada,
vuela por la noche,
que encontrareis
siempre mi abrazo...
EL MONJE:
(BURLÁNDOSE DEL “AMOR DEL FIERO”, YA ESTA ASUSTADO POR EL TRÁGICO FIN QUE PARECE RONDAR SOBRE SU AMIGO)

Isabel, Isabel, Isabel.
¡ay, mi “pobre” Isabel!
¿Qué tontería es aquesta?
¿Vuestra Isabel?
¿Pura e inocente?
¿Eterna fuente de virtud,
perpetuo manantial de juventud?
Tonterías hijo, tonterías.
No seáis ingenuo,
el alma de mujer es hielo.
Olvidaos os digo,
pues solo dolor,
solo desgracia
trae consigo
un tan ciego amor.
Os imploro el olvido,
pues no quiero ver llanto,
pues vero cerca una dura tormenta,
que contra toda la naturaleza
nadie puede...
y si ya es casada..
su historia es ya hecha.

Os impongo un castigo..
olvidaos, os digo.
Escondedla en el olvido.
EL FIERO:
(FUERA DE SÍ, CASI ROZANDO LA LOCURA, PERO CON CALMA)

Olvidar...
¿Morir y olvidar?
¿Sueño y realidad?
¿Qué es la muerte?
Olvido
¿Qué es el olvido?
Muerte
¿Y no son ambas sueño?
¿Realidad?
Ninguna.

Olvidar, olvidar, olvidar...
Morir, olvidar, dormir...
¿Cómo olvidarme a mi mismo?
¿Cómo abandonar a mi alma?
¿Cómo esquivar el abismo?

Olvidar, dormir, morir...
¿Y qué hacer?
Olvidando a mi alma,
pierdo a mi a cuerpo,
que duerme en el letargo
de un frio eterno de invierno,
que es la muerte.
¿Olvidar?
¿Me pedís que duerma?
¿O que muera?
No amigo, no puedo.
EL MONJE:
(PERDIENDO LA PACIENCIA, DESESPERADO)

¡Maldito seas amor!
¡¿NO podéis o no queréis?!
Ambas cosas me temo.
Locura de amor...
¿NO os dáis cuenta
que eso no es sano,
no es ni amor,
solo una loca obsesión?
¿Habéis oído de su boca
un solo leve suspiro por vos?
¿Os ha dicho con sus labios
que os amaba y os esperaba?
¿La habéis visto llorar por vos?
¿Sabéis que es mortal, verdad?
EL FIERO:
(CON EXTRAÑA TRANQUILIDAD...QUITANDOLE IMPORTANCIA A LAS PALABRAS DEL MONJE)

¿Pretendéis sacar de ella
el mínimo defecto?
Jamás se lo oí decir en alto,
pero es como tener un hermano,
que si algo no le gusta lo sabes,
si tiene miedo lo sabes,
si le duele algo lo sabes,

(MALINTENCIONADAMENTE)

¿hace falta ver
para luego creer?
EL MONJE:
(MÁS DESESPERADO AÚN)

Maldito insensato
¿No véis su anillo,
o algo más claro,
al Cuco, su esposo?
¿No véis aqueste castillo?
¿o aquestas tierras?
¿o aqueste manjar?
Pues ella goza de todo...
EL FIERO:
De todo, menos amor...
EL MONJE
¿No seréis vos el falto de amor?
EL FIERO:
(TRISTE)

No os llevéis, os ruego,
lo único que no se ha llevado.
No os llevéis mis sueños,
que es lo que aún me mantiene vivo.
NO me torturéis amigo,
que muero lentamente.

(SE QUEDAN AMBOS MIRÁNDOSE)

EL MONJE:
(SE ACERCA Y LE PONE LA MANO EN UN HOMBRO; CEDIENDO ANTE LA LOCURA DEL FIERO, QUIEN ES INCAPAZ DE ENTRAR EN RAZON)

No soy nadie para prohibiros nada,
y no me interpondré en vuestro camino,
pero sabed que es claro lo que os digo,
que oraré por vos y vuestro destino,
si es que no me arrastráis con vos,
que bien sabéis a donde os lleva aqueste camino.
EL FIERO:
(SE ARRODILLA Y LE BESA LA MANO)

(SE OYEN PASOS Y VOCES)

EL MONJE:
(AÚN INTRANQUILO)

¡Shh! ¡Shh! ¡Silencio!
Por allá arriba doña Isabel,
por Dios, no os delatéis,
don Luis no erréis, aún no.

(EL FIERO Y EL MONJE SE CALLAN, ENTRAN EN ESCENA DOÑA ISABEL Y LA DONCELLA I; AÚN ALEJADAS DE DONDE SE ENCUENTRA EL FIERO Y EL MONJE)

DONCELLA I:
Señora, observad,
cómo no, he aquí el monje,
¿más? ¿quién le acompaña?.
DOÑA ISABEL:
(QUEDÁNDOSE PENSATIVA)
No sé.
DONCELLA I:
Tiene un buen semblante,
de guerrero en adelante;
presiento que es caballero.
DOÑA ISABEL:
No sé quien ha de ser,
pero a mi parecer,
me resulta conocido.
¡Vayamos mora!

(SE ACERCAN, Y EL MONJE SALE A SU ENCUENTRO)

EL MONJE:
(BESA LA MANO DE DOÑA ISABEL Y BENDICE A LA DONCELLA I)

DOÑA ISABEL:
(PARA SÍ (para el público))

¡Ay, mi memoria!
¡Ya recuerdo!
Este apuesto caballero,
no es sino aquel hidalgo
con quien me habrían desposado,
Si no fuese por perder sus riquezas,
en apuestas, su noble padre.

(PARA EL FIERO, OFRECIÉNDOLE SUS MANOS)

Bien acogido seáis
en la casa de mi esposo.

(SE SUELTAN LAS MANOS)

EL FIERO:
(PARA SÍ (para el público))

¡Oh, qué dulce hablar!
¡Qué belleza más sublime!
¡Qué perfección en su conjunto!
¡No hay doloroso caminar
cuándo es la luna quien alumbra!
EL MONJE:
(PARA DOÑA ISABEL Y DONCELLA I)

Con tanta bienvenida
aún no os he presentado.
Permitidme, pues, que os diga que,
de aqueste noble caballero
son sus batallas
en bellos cantares convertidas.
Es aqueste, sin duda,
Don Luis de Sierra-Pinar,
al que no sin razón llaman:
El Fiero
además de ser un gran amigo.
DONCELLA I:
¿Vos sois el Fiero?
Bien apreciado por moros,
y cristianos,
bienvenido seáis.

(SE INCLINA, COMO SIRVIENTA QUE ES)

DOÑA ISABEL:
Ha ya cinco primaveras
de ser buenamente desposada,
y de tal acuerdo hace
que aqueste caballero no veo.
EL FIERO:
(PARA SÍ (para el público))
¡Tanto tiempo, y aún se acuerda!
¡Oh, sí! Mi Isabel me recuerda.

(SE OYE A LO LEJOS COMO EL CUCO SE APROXIMA SILBANDO)

DONCELLA I:
Vuestro ilustre esposo,
señora, ya se acerca,
ya viene el cuco.
EL FIERO:
(PARA SÍ (para el público))
¿Por qué ha de llegar tan pronto?

(EL CUCO APARECE EN ESCENA, SE ACERCA AL FIERO, LO MIRA, Y LO ABRAZA FRATERNALMENTE)

EL CUCO:
¡Ay! ¡Amigo mío!
¿Cómo os encontráis?

(SIN DEJAR RESPONDER AL FIERO)

No, no, callad,
no malgastéis vuestras fuerzas.
¡Sentaos aquí, comed!
Ya después contaréis?

(DIRIGIÉNDOSE AL RESTO)

¡Venga!, ¿Qué esperáis?
¿No veis que el tiempo apremia?.

FIN DE LA ESCENA III

Final del Primer Acto

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ESCENA I / ACTO II
(Se encuentran todos en una sala, reposando la comida, todos ellos cómodamente sentados, y en un principio, escuchando al Cuco. Pronto se desarrollan distintos diálogos entre los presentes en la sala (doña Isabel, doncella I, el monje, el Fiero, exceptuando al Escudero).
(En un momento, acaban quedándose doña Isabel y el Fiero, donde se confiesan su amor mutuo).

EL CUCO:
El hecho de tu presencia,
me trae de mi juventud su esencia
y con ella, mil historias.
Nací pequeño,
delgado y esmirriado,
debió equivocarse un Hado
porque, aun siendo tan delgado,
tuve la mente,
y la tengo,
más lista de este paraje?

(CUANDO EL CUCO LLEGA A LAS FRASES DESTACADAS, EMPIEZA A "BAJAR EL VOLUMEN", Y COMIENZA LA CONVERSACIÓN ENTRE EL MONJE Y EL FIERO)

EL MONJE:
(PARA ELLOS DOS)
Colóquese cómodo,
prepárese para un sueñecito,
que cuando empieza el cuco,
¡aquel que le atienda, pobrecito!

Podemos hablar mientras,
que no se entera aunque no lo creas.

EL FIERO:
¿Estáis seguro
de que no es ofensa?
EL MONJE:
Sólo teneis que seguirle la corriente:
cuando ría, vos reís,
cuando llore, vos lloráis,
y así pareceréis
que, de veras, le atendéis.

(ATENCIÓN A LAS INTERRUPCIONES DEL CUCO)

EL CUCO:
Y entonces, ¡cayó! ¡Je, je, je!

(TODOS RÍEN)

Pero aun niño yo marchaba?

(EL MONJE Y EL FIERO ATIENDEN AHORA, MIENTRAS QUE DIALOGANN DOÑA ISABEL Y LA DONCELLA I)

DOÑA ISABEL:
¡Oh, quán fermoso ejemplar!
¿Os habéis fijado en sus dientes?
¡Creo haberme enamorado!

DONCELLA I:
Como amiga de vos,
permitiéndome esa licencia,
mi consejo os doy:
no estáis enamorada,
no es más que sentís añoranza
de vuestra época de doncella
al ver la juventud de las que aún lo somos,
y veros a vos que hace ya que mediodía sois?
Es más? si vuestro esposo se enterara?

DOÑA ISABEL:
Tal vez tengáis razón?

(TODOS SE CALLAN)

EL CUCO:
Y por mi astucia todos me llamaron:
El Cuco.

(SE RIE EL CUCO, Y ENTONCES, TODOS RIEN CON ÉL)

EL CUCO:
Me voy.

(ANTE LA SORPRESA DE TODO EL MUNDO, EL CUCO SE LEVANTA (POR TANTO TODOS SE LEVANTAN TAMBIÉN), Y SE MARCHA DE LA SALA SIN DESPEDIRSE DE NADIE)

DOÑA ISABEL:
Marchad con Dios.
Descansad, descansad,
fiel esposo.
(EL CUCO NO CONTESTA, Y SE MARCHA DEL ESCENARIO)

DOÑA ISABEL:
¡Kaliprasanna, mora!
Preparádme el vestido.
Que todo ya esté listo
para que presto puda servirlo.
¡Rápido mora infiel!
Ahora yo te sigo.

(LA DONCELLA I SE MARCHA DE MALA GANA PERCATÁNDOSE QUE DOÑA ISABEL PRETENDE QUEDARSE A SOLAS CON EL FIERO. EL MONJE TAMBIÉN SE DA CUENTA, Y DICIENDO UNA ESCUSA, SE MARCHA DE LA ESCENA POCO DESPUÉS DE LA DONCELLA I)

EL MONJE:
Lamento abandonarles,
pero mil cosas he de hacer,
y cuando acabe,
tranquilos, que volveré?
y hablaré hasta saciarles.

DOÑA ISABEL:
Quede con Dios.

(EL MONJE SE MARCHA QUEDÁNDOSE EN ESCENA EL FIERO Y DOÑA ISABEL A SOLAS)

EL FIERO:
(PARA SÍ (para el público))
¡Oh, por fin!
He aquí mi vida,
he aquí mi alma,
he aquí mi cuerpo,
que yo os lo ofrezco.

¡¡NO!! Aqueste es el momento.
(TONTO ENAMORADO)
Quan hermosa esta hoy.
Quan dulce es su mirada,
¡más bella ha de ser su alma!.
¿Quién fue la bienaventurada hada
que formó tan fermosa dama?

(SUSPIRITO)
Sí. Es aqueste el instante
donde son derrotados los gigantes,
donde no hay noche sin luna,
ni silencio sin suspiros.

Sí. Me llaman el Fiero.
A nada temo.
Siempre venzo,
y no pierdo ningún reto.
Más esto es tan diferente,
tan distinto y desconocido,
que si no lo consigo?
le ruego a Dios no quedarme
para ver día a día,
hora tras hora,
instante tras instante, como
el amor rodea mi cuello y
con su suave seda
lentamente me ahoga.
Pues no hay peor muerte,
que el vacío en la mente;
o peor tortura que
una daga invisible clavada en mi alma,
y que unos ojos de mujer
o del diablo, lo mismo son,
te vean por fin caer.
¡Oh, Dios!
No me hagas flojear aahora
que esta tan cerca la hora.
(SUSPIRA)

DOÑA ISABEL:
(PARA EL FIERO)
¿Quién es el culpable
de que un noble caballero,
al que por ser invencible
llaman el fiero,
consiga hacerle suspirar?
¿Os encontráis mal?
¿Estáis disgustado?
¿Qué no es de vuestro agrado?
¿Estáis cansado?
No me tengáis en vilo
con tan melancólico mirar.

EL FIERO:
Si a vos?
Si yo pudiera?
Más es imposible ya que?

¡Oh! ¡¿cómo contar granos de arena?!
¡¿Cómo encerrar el cielo
en la palma de mi mano?!
¡¿Cómo contar este infierno?!
¡¿Cómo expresar mis sentimientos?!
Y es más? vos?

(AHORA, DA LA ESPALDA A DOÑA ISABEL Y SE DIRIGE AL PÚBLICO (ESTA PENSANDO))
¿Cómo os voy a decir
que sois vos a quien amo,
que sois vos a quien lloro,
que sois vos por quien muero,
que sois vos la respuesta?

DOÑA ISABEL:
(CON PICARDÍA)
¿No confiáis en mí?

EL FIERO:
Hay cosas que no han que contarse?

DOÑA ISABEL:
(CON PEOR INTENCIÓN AÚN)
Y estas duelen si no se dicen?
(LE PONE LA MANO EN EL HOMBRO AL FIERO)
Si no se cuentan se hunden,
si no se cuentan se clavan,
si no se dicen, matan.
Los secretos que no pueden decirse
veneno o cobardía son,
pues no hay nada en la vida
que siendo fuerte no se haga,
o en este caso, no se diga.

EL FIERO:
(PARA EL PÚBLICO)
¡Os quiero!
¡Os adoro!

DOÑA ISABEL:
¿Qué decís?

EL FIERO:
(COJE LA MANO DE DOÑA ISABEL QUE TENIA EN SU HOMBRO, SE GIRA CON LOS OJOS CERRADOS Y SE DIRIGE A DÑA ISABEL)
¡Os amo!
(ABRE LOS OJOS)
DOÑA ISABEL:
(NERVIOSA, LE SUELTA LA MANO AL FIERO, LE DA LA ESPALDA Y SE DIRIJE AL PÚBLICO)
¡Oh! ¿Qué debo hacer?
Me ama, ¿qué hago?.
Estoy casada.
Ni siquiera le conozco...

Más? ¿qué importa eso?
Siendo la vida tan efímera
¿por qué no probarlo todo
y así elegir lo mejor?
He de decirle algo?
¿pero qué?

EL FIERO:
¡Oh, mi dueña!
No temáis mi alma,
jamás daño alguno,
a vos, os produciría.
Aceptaré vuestra respuesta.
Siendo el duro "no",
me habréis condenado a muerte
no viviendo, entonces, más de dos horas.
Siendo el adorado "sí",
os protegeré y cuidaré,
viviendo eternamente,
pues cuando nuestros cuerpos
consumidos se hayen
nuestro amor perdurará.

DOÑA ISABEL:
(DIRIGIÉNDOSE AL PÚBLICO)
Veo algo en sus ojos, es locura.
Más tan distinto es del Cuco?
Y me ama.
(PARA EL FIERO)

Yo también os esperaba,
y es que os amaba?
y os amo.

EL FIERO:
(SIN OCULTAR SU ALEGRÍA)
Lo sabía.
Amada mía,
esto es el deseo de Dios.
Nos quiso unir,
y el hombre le retó,
más Dios ,por ser Dios,
al final nos unió.

DOÑA ISABEL:
(PONE SUS DEDOS EN LOS LABIOS DEL FIERO PARA QUE SE CALLE)

Shh! Shh! ¡callad!.
No olvidéis que Dios
fue el que me casó.

EL FIERO:
(COJE LA MANO DE DOÑA ISABEL, SE LA APARTA DE LA BOCA, MIENTRAS SUÁVEMENTE TRATA DE CONVENCERLA)
Lo sé, lo sé
Más si de veras me amáis?
venid y a refugio os pondré,
que en cinco años
preparé, sin saberlo,
lo que habría de ser,
lo que es,
nuestra salvación:
más de mil amigos,
grandes riquezas,
criados fieles y curas,
que en tu ausencia he conseguido,
y sin saberlo,
en salvadores he convertido.

No temáis al Cuco,
que ante mí no es nada.
No temáis a Dios
(ALGO DUDOSO)
su deseo es nuestra unión.

DOÑA ISABEL:
(NERVIOSA, ESQUIVA AL FIERO Y SE VA)
No es el momento
y menos el lugar;
dadme tiempo, esperad,
¿qué es un instante más
cuando sabéis que os amo?
No puedo deciros ahora sí
He de pensar
a otro hombre hube jurado fideliddad.
(LE COJE LAS MANOS Y SE LAS APRIETA A MODO DE DESPEDIDA)
Es lo único que ahora acierto en daros,
presto mi respuesta tendréis.

(DOÑA ISABEL SE MARCHA DEL ESCENARIO)

FIN DE LA ESCENA I
__________________________________________
ESCENA II / ACTO II
(Comienza la escena con un breve monólogo de El Fiero, ya que pronto aparece la DoncellaI)
(La doncella I se confiesa enamorada del Fiero, quien intenta disuadirla, y acaba marchándose la doncella I llorando.)
(Justo en ese momento, aparece el Escudero, quien se pone al corriente de los hechos sucedidos, intenta disuadir en vano al Fiero. Acaba la escena jurándole lealtad el escudero al Fiero, quien ya presiente el terrible desenlace)
EL FIERO:
Me quiere, la amo.
Me ha dado las manos,
por fin la he tocado.
Ha aceptado mi alma,
yo se la he regalado.
Me quiere, la amo.

Más?
¿y si amándome se queda?
¿Podré vivir sabiéndolo?
Juro que siendo aqueste el caso,
la muerte vendrá a mí,
y ante mi espada prometo
que mi alma no descansará
hasta que el Cuco muera,
doña Isabel esté conmigo,
y todos aquellos que lo impidan
ardiendo en el infierno
de su acto se arrepientan.
Lo juro aunque ello
A la tierra del Maligno
me conduzca,
aunque pague con mi alma.
¡Que Lucifer me done
lo que Yaveh me prohibió!
(COJE LA ESPADA Y SE HACE UN LEVE CORTE, COMO HACIÉNDO UN PACTO DE SANGRE, TRAS ELLO VUELVE A ENFUNDAR SU ESPADA)

(APARECE EN ESCENA LA DONCELLA I)

EL FIERO:
¿Quién va?

DONCELLA I:
(ACERCÁNDOSE ENTRE SUMISA Y COQUETAMENTE)
Kaliprasanna, mío sidí.
EL FIERO:
No os había reconocido,
¿qué os ha traído hasta aquí?.

DONCELLA I:
(FINGIENDO PREOCUPACIÓN EXAGERADAMENTE)
¡Oh, mi señor!. Nada.
(SILENCIO)
No puedo mentir ante vos?
¿Habéis estado hablando,
hace un instante,
con mi señora y dueña,
Doña Isabel?

EL FIERO:
(NERVIOSO, A LA DEFENSIVA)
¡¡No es vuestro mester, doncella!!

DONCELLA I:
(APARENTANDO PREOCUPACIÓN)
¡Oh, mío sidí!
¡Bon mío habibi!,
no equivoquéis mis palabras,
que una mora enamorada
jamás miente a su amado.
(EL FIERO SE QUEDA SORPRENDIDO, LA MORA A CONSEGUIDO EL EFECTO QUE DESEABA, ASÍ QUE SIGUE HABLANDO SUAVEMENTE Y FINGIENDO PREOCUPACIÓN)
Es mi único deseo
vuestra felicidad,
pese a mi tristeza.

EL FIERO:
(AL PÚBLICO, COMPADECIÉNDOSE)
¡Oh, desdichada mora!
¡Cuánto lloro inútil,
jamás tendrá a quien ora!
La comprendo y me da pena,
más solo pienso en mi dueña.
(A LA DONCELLA I)
¿Pero qué queréis?

DONCELLA I:
¿Querer?.
A vos os quiero sidí.
Pero como aquesto no cumplido veré,
sólo deseo vuestro placer,
y aguantando el dolor,
ardiendo por dentro,
sufro por vuestra vida.
EL FIERO:
Sufriréis hasta que olvidéis.

DONCELLA I:
(SINCERÁNDOSE, CON VERDADERO DOLOR)
Si así ha de ser, ¡Sufriré!,
Padeceré incluso más allá de esta vida,
¡qué Alá me procure tortura en su tierra!
¡juro no olvidar!

EL FIERO:
Os condenáis,
Aqueste es el peor tormento,
pronto acabaréis en la insania,
presto al delirio y a la locura llegaréis.

DONCELLA I:
(CON VERDADERO DOLOR)
¿Vos la olvidáis?
¿Vos me pedís que la olvide?
Con más de mil damas,
cinco años de batallas,
recorrido la lejanía,
olvidarla no pudieres.
¿Cómo pretendéis que yo os niegue?
¡Oh mío sidí,
antes muerta que olvidar!

Vos sois un veneno habibi,
gota a gota inundáis mi alma,
instante tras instante
encendéis una llama
que consume mi cuerpo,
que me deja sin nada.
Sólo alguna vez,
la gota de tu veneno
sale de mi cuerpo
y es tan sólo?
con la amarga lágrima.

¡Oh mío sidí!
¿Cómo pretendéis que olvide
el elixir que cura mi alma,
que detiene el veneno que me mata?

¡Oh mío habibi!
Cada mirada, una lágrima;
cada suspiro es una daga y,
cada sonido en forma de Isabel
que por tus labios se escapa,
es para mí una dura carga,
una tortura, un castigo.
Más prefiero este dolor
que el de mi alma en pena,
sabiendo que daño alguno
el bon habibi ha sufrido.

EL FIERO:
(COMPADECIÉNDOSE Y NERVIOSO)
¡¡Callad, silencio!!
¡Mora, callad!
¡Por Dios, por Alá o por el maligno, callad!
Callad que me herís,
que con tanto dolor
mis esperanzas se arrepienten
ahora que por fin dichosas estaban,
y presto le dais lástima.

Debéis olvidar

DOCELLA I:
¡no puedo sidí!
Sí con vos no puedo estas,
veros o cerca teneros,
por Alá que en ese momento,
en vuestra presencia,
me daré muerte,
soy parte de vos,
y sin vos muero.
Habibi no deseéis que os olvide,
yo soy vos,
si os niego, me olvido, muero.
Si sigo aquí un poco más

(SE MARCHA LLORÁNDO, Y POCO DESPUES APARECE EL ESCUDERO; SILVÁNDO RISUEÑAMENTE)

ESCUDERO:
Buenos días mi señor
¿o buenas tardes?.
EL FIERO:
Buenas noches, es lo que quiero.
ESCUDERO:
(CON GUASA)
¡Qué contradicción!,
el Fiero esta temeroso.
¿Qué os aflige?

EL FIERO:
¿Tanto se nota?
¿Cuándo acabará mi pena?

ESCUDERO:
(ASUSTADO ANTE EL ESTADO DEL FIERO)
¿Qué esperáis?¿qué os pasa?.

EL FIERO:
(ENAJENADO)
Espero a mi amada.
Ella me ha devuelto la esperanza,
en estos momentos reflexionando se encuentra,
si escapa o no con aquel al que ama.

ESCUDERO:
(MUY ASUSTADO)

Satanás os ha engañado.
Os voy a hablar con libertad,
con dureza, pero con verdad:
Vos sois un noble caballero,
pero un hidalgo al fin y al cabo,
que aún siendo un poco rico
no sois comparable a su SEÑOR.
¿Cuánto tiempo pasará
hasta que su pura y dulce,
blanca y buena alma,
se torne en frío,
hielo y crueldad?

El corazón de una mujer,
por muy dulce que parezca,
sin mimos y caprichos,
frío y duro se vuelve.
En aqueste momento,
mejor sería no poseerla,
pues tan doloroso desengaño
después de tanto tiempo de espera,
no es la mejor recompensa,
a tanta pena pasada.

EL FIERO:
Os tenía como mi amigo

ESCUDERO:
¡callad e ir a descansar!
¡Por Dios reflexionad!

Aún así os juro lealtad,
como amigo y escudero,
allá a donde vayáis iré yo,
aunque sea hasta las mismas puertas del infierno.
(PARA EL PÚBLICO)
Sin duda allá será a dónde iremos.

(TRISTE, MOLESTO, NERVIOSO Y CANSADO SE MARCHA EL ESCUDERO)

FIN DE LA ESCENA II
_________________________________________
ESCENA III / ACTO II 
(En la habitación del Cuco, se encuentra reflexionando éste. Aparece la Doncella I, quien finge estar enamorada de él, y le cuenta la conspiración de Doña Isabel. El Cuco, colérico, manda llamar a Doña Isabel para interrogarla, insatisfecho, ordena a la doncella I que encierre a doña Isabel)

EL CUCO:
Me llaman loco y se fían
como bobos, de lo que hace
este malvado arlequín,
que ríe y ría,
de todos se burla
y a nadie teme.

Sí, alma, sí.
¿Qué puedo hacer?.
Ser mentiroso y divertirme,
o ser un viejo esperando a morirse.
Debería de ser un modelo,
por dignidad y buen cristiano,
ser por todos recordado.
Más yo por ser noble,
el cielo tengo ganado,
he ayudado,
dinero he malgastado,
por ello sé que estoy salvado.

(SE LEVANTA CONVENCIDO Y EXCITADO)
¿A dónde voy?
¿Por qué me paseo?
¿Por qué lloro o río?
¿No acabamos todos por reunirnos?

¡Oh, la nada!,
hermosa dama que
con todos mis males,
con todo lo mío, acaba.
Alguien un día dirá:
"Aquí el Cuco finó,
fue aquí donde agonizó,
donde tras un tiempo de reflexión,
a todo la respuesta halló,
fue por ello por lo que murió"

(SE SIENTA DE NUEVO, ALGO TRISTE)

Ya veis que ha todos ha de alcanzar:
Alma noble, vulgar campesino;
hermoso o espantoso,
esta dama no perdona,
esta dama no te olvida.

Ha de ser muy bella;
del dulce dolor del olvido,
del suave silencio del invierno,
de la pura nieve? es el espejo.
Ha de ser la más perfecta,
la más inolvidable,
la más dañina de las mujeres.

Ella es de piel de seda,
de tez de mármol,
de ojos de fuego,
de labios de clavel.
Su cabello ha de ser oro,
largo y sedoso,
así para los nobles.
Más para los pobres,
chabacana, vulgar,
morena, caliente,
muy mentirosa.
A ambos se acerca en silencio,
a ambos les da su suave abrazo,
a ambos les duele esa histérica agonía.
A ella le divierte,
ellos se atormentan,
a ella llamada muerte,
ellos bautizados vida,
se marchan y no vuelven,
dejando sólo cuerpos inertes.

¿Cómo no ha de ser mujer?
Una te da la vida,
otra en vida te cuida,
te ama o te destroza,
y por último, la más bella,
la que ha de durar,
la que no falla,
la eterna o efímera,
la que coge tu mano,
en la que confías
sabiendo que ya no volverás,
la muerte.

(SE OYEN PASOS RÁPIDOS)

Se oyen pasos.

DONCELLA I:
(SIN APARECER TODAVÍA EN EL ESCENARIO)
¿Sidí puede entrar esta mora
a vuestros aposentos,
a allí donde vos mora?

CUCO:
(PARA EL PÚBLICO)
¡Oh amada, estas aquí!
¡Cuánto os ansiaba!
Oh!, nunca parecéis llegar
y ahora por fin os acercáis.

(PARA LA DONCELLA I, QUE AÚN NO APARECE EN ESCENA)

Entrad que os espero
vos sabéis con quan ansia os anhelo.

DONCELLA I:
(ENTRA EN ESCENA, SE ACERCA AL CUCO Y SE INCLINA)

CUCO:
(MUY DECEPCIONADO)
Sólo sois vos.
¡Qué desamparo el mío,
quan me hace esperar!

DONCELLA I:
Disculpad sidí
si a alguien esperabais
y yo con mi presencia
la espera os he turbado.

CUCO:
No os molestéis vos.
Mi dama, a la que espero,
nunca avisa cuando llega,
por sorpresa viene
y presto con ella me lleva.
¡Ah! Pero vos seréis también visitada,
no por ser hermosa sois olvidada,
no os libraréis de su llamada.

DONCELLA I:
(DESCONCERTADA)
¿De que me habláis señor?
Con ese juego vuestro
en el que enredáis conceptos,
no os entiendo.

CUCO:
(COMO SI HABLARA DEL TEMA MÁS NORMAL Y TÓPICO DEL MUNDO)
Doncella, la muerte,
la muerte, hermosa mora.
¿Quién ha de saber algo de ella?

Vuestra belleza se tornará,
como yo mesmo,
en hueso y en ceniza,
muy probablemente en gusano.
¿Triste final, no?
Incluso el rey
ha de tornarse perro.

Pero,¿A qué veníais?

DONCELLA I:
(FINGIENDO DOLOR. NÓTESE SU MALVADA INTENCIÓN)
¡Oh sidí,
amado entre los amados!
Vos con vuestra cordura
a esta mora habéis enamorado.
Jamás osé deciros nada,
pues vos estáis tan enamorado
que no quería que por una mora
vos os preocuparais?
Más al enterarme?

(GRITA ENFADADA)

¡¡¡Traición, ofensa, infamia!!!
¡Maldita esclava cristiana,
¿cómo confunde miel con mermelada?!
¡Traición, sidí, traición!

(GIME; SE NOTA SU PRETENSIÓN)

CUCO:
¿Qué decís dulce mora?
Rápido, que ya me canso.

DONCELLA I:
Su bien afortunada esposa,
a manchado vuestro noble nombre,
a traicionado al oro por simple cobre;
en cuanto tuvo oportunidad
a un hombre a conseguido
para que de palacio la aleje
y conseguir así de vos olvidarse.
(EL CUCO ESTÁ ATÓNITO, LA MORA VE QUE HA CONSEGUIDO LO QUE PRETENDÍA, ASÍ QUE SIGUE FINGIENDO UNA ENORME PREOCUPACIÓN)

CUCO:
¡¡¿De qué habláis maldita infiel?!!

DONCELLA I:
Vuestra esposa os ha injuriado:
al Fiero ha pagado, en especias;
le ha prometido oro y estrellas,
así lo ha convencido, tras mucha presión,
para que el fiel Fiero
a su señor traicionase,
en pos de una mala mujer.
Así ella ha planeado,
la mejor forma de engañaros.

Yo, simple esclava,
os adoro y amo,
no puedo soportar el dolor
de que vuestra amada
manche vuestro honor.

CUCO:
¡¡Marchaos mora, llamad a Isabel!!

(LA DONCELLA I SE VA VICTORIOSA DE ESCENA, MIENTRAS QUE EL CUCO ENFURECIDO, DA VUELTAS EN LA SALA ESPERANDO A ISABEL.
POCO DESPUÉS SE OYEN PASOS, LLAMAN A LA PUERTA Y ENTRA DOÑA ISABEL, QUIEN NO IMAGINA POR QUÉ EL CUCO LA HA LLAMADO)

CUCO:
(DE REPENTE CALMADO, MUY SARCÁSTICO)
¿Sois feliz aquí en palacio?
¿Os falta algo: oro, seda o perfumes?
¿qué os aflige?

¿Vos me amáis?
¿ya no sentís nada por mí?
¿ya no os agrada mi persona?

Contestadme a los ojos,
ellos diferenciarán verdad
de piadosa mentira.
DOÑA ISABEL:
Bien sabéis vos
que siempre me habéis agradado,
más si alguna vez me habéis amado,
sabréis que me afligen las paredes?
Si lo preguntáis, esposo,
porque de mis ojos alguna lágrima cae,
no es más que añoranza de la juventud perdida.
Si sufrís porque yo sufro,
No temáis por mi dolor,
pues no puedo enfrentarme al destino,
no puedo dejar de envejecer,
tan sólo puedo quejarme,
y desahogarme, poco a poco,
en melancólicos suspiros,
que se pierden en el aire.

CUCO:
Si tanto dolor os aprisiona,
si tanta aflicción os abate,
¿porqué en mí no os liberáis?.
¿O una pieza más de este mal
a mi me consideráis?
¿Aún me amáis?
Contestadme por ventura.
¿Qué sentís cuándo me veis?
¿Por quién suspiráis?
¿Con quién soñáis?
Contestad si alguna vez
en mi habéis pensado?
DOÑA ISABEL:
Si yo supiera por quien suspiro,
Si yo supiera a quien lloro,
Si yo todo lo supiera?
No tengo respuestas?
No sé si os amo,
o si os quiero,
tan sólo quiero un descanso,
de vos, de palacio,
un respiro del destino?

CUCO:
Aqueste es el peor dolor
que nadie me hizo;
estas lágrimas que veis,
no es agua sino sangre.

Todo os lo he dado,
¿Qué os ha faltado?

DOÑA ISABEL:
(CON LA MAYOR CRUELDAD)
Me aburrís.
(ESTAS PALABRAS IMPRESIONAN AL CUCO, QUIEN SACA SU LADO MÁS CRUEL Y MALVADO, AL FIN Y AL CABO, AMBOS PERSONAJES SON IGUAL DE FRIOS Y CRUELES)

CUCO:
¿Os aburro decís?
Presto aprenderéis
lo que es morir de aburrimiento.
Seréis encerrada Isabel,
y esto será, querida,
hasta que el aburrimiento,
a vuestro aburrimiento venza.

(ISABEL SE ASUSTA, EL CUCO SE LEVANTA Y LLAMA A LA DONCELLA I, QUIEN ACUDE ENSEGUIDA, SABIÉNDO QUE SUS PRETENSIONES SE HAN CUMPLIDO)

CUCO:
Prendedla bajo llave.
Todo lo que desee,
a sus aposentos llevadle,
que no entre ningún hombre,
a menos que yo lo desee.
Guardad una llave vos,
Y la otra mí traedme.

(DOÑA ISABEL ESTA CASI DESMAYADA, LA DONCELLA I SE LA LLEVA DE ESCENA)

FIN DE LA ESCENA III
____________________________________
ESCENA IV / ACTO II

(En la habitación de doña Isabel, se encuentra primero ella sola, llorando por su destino, aunque pronto entran las doncella I y II, quienes elaboran un plan para liberar a doña Isabel (controlado todo por la doncella I), dejando sola a doña Isabel al final de la escena )
(La doncella I portará un broche o anillo en forma de pastillero, además se debera tener preparado unas botellas de color azul y unas de vino)

DOÑA ISABEL:
Malgastaré mi juventud aquí encerrada,
Notaré la vejez y no veré ya belleza,
las diversiones y pasiones
a mi han sido negadas.

¿Existirá la luz del día sin mí?
¿saldrán las estrellas sin mí?
¿Qué será de mi virtud
en estas cuatro paredes cerrada,
si a una vejez prematura
he sido encadenada?

Más, ¡un momento!
Dudo que dure mucho este tormento,
pues si el Cuco me ama,
no me dejará aquí abandonada
si finjo interés;
sólo habré de actuar como siempre.

Sólo he de esperar...
Pronto mi esposo se arrepentirá.
¡Que la luna y el sol me esperen,
el Cuco aún me ama,
pronto vendrá al rescate de su esclava!.

Sólo he de confiar...
Caerá sobre su alma,
la muerte de su amada,
si aquí queda olvidada.

(SE OYEN PASOS, SE OYE COMO ABREN EL CERROJO, Y ENTRAN LAS DONCELLAS I Y II)

DONCELLA I:
¿Cómo estáis?.
No contestéis, no importa.
¡Hay que idear un plan!

DONCELLA II:
¡Claro! Yo aviso a vuestro amante,
quien presto vendrá a vuestro rescate.
El noble don Luís os llevará con él.

DOÑA ISABEL:
(PARA EL PÚBLICO)
Don Luís, el Fiero,
lo hube olvidado tan aprisa.

(SE RIE, PERO PARA EL PÚBLICO)

¡Ah, destino!
¡Con que buena estrella
a tu sierva engendraste!
El Fiero me rescata
o el Cuco se arrepiente,
pero pronto veré la luz,
sólo esperar,
¿Cuál de los dos amantes
primero llegará a mi rescate?.


DONCELLA I:
¡Alá me ilumina!
Tengo la más brillante idea
para que vos, señora,
escapéis con vuestro amante.

Teresa, cristiana,
bajad por vuestro Dios,
a la sala de ungüentos,
y de entre ellos
veréis al fondo,
entre libros, botellas y santos,
doce azules frascos.
Seis habrán llenos
y por tanto otros seis
vacíos hallaréis.
Coged uno de los vacíos,
llenadlo por la mitad
con uno de los llenos;
después, buscad un libro rojo
donde "sueños" pone en su lomo,
sacadlo y abridlo,
pues no es tal libro,
dentro habrán dos pastilleros:
uno dorado y otro negro,
abrid los dos,
mezclad una pizquita de uno
con un poquillo del otro,
y echadlo al frasco azul
en igual y exacta medida.
Guardad el libro,
coged el frasco salvador
y buscad un vino dulce, el mejor,
mezclad el vino con el frasco azul,
y pronto subid ese vino letal,
que pronto del Cuco será el final.
Más si todo ha de salir mal,
*aquí tenéis doña Isabel,*
aqueste joyel,
dentro guarda un gel,
es de sabor amargo,
pero pronto con la muerte
vos, dulce mujer,
con la muerte os encontraréis.
Pero recordad,
tened paciencia,
sólo habéis de esperar.

DONCELLA II:
Iré, más si hacéis engaño,
yo misma os quemaré,
ya sea por bruja o por hereje.

(LA DONCELLA II SE MARCHA; MIENTRAS DOÑA ISABEL LLORA POR QUE SE DA CUENTA QUE ES MÁS COMPLICADO Y QUE PUEDE ACABAR TODO EN LA MUERTE)

DONCELLA I:
Tranquilizaos señora
que me protege Alá,
y pronto en una bebida
el veneno beberá,
con mis encantos de mora,
con mis virtudes de mujer,
no temáis señora,
que el Cuco morirá,
y vos, señora,
muy lejos partiréis.

(EN ESE MOMENTO VUELVE A ENTRAR LA DONCELLA II CON LA BOTELLA DE VINO ENVENENADA, ESTA CANSADA POR LA RÁPIDEZ)

DONCELLA I:
¡Qué rapidez!

DONCELLA II:
La que el problema manda.
(LE DA LA BOTELLA DE VINO)

DONCELLA I:
(DE OTRO FRASCO PEQUEÑO QUE TENÍA ELLA ESCONDIDO EN SUS ROPAS ECHA UNAS GOTAS AL VINO, QUE CAMBIA DE COLORES HASTA QUE DEFINITIVAMENTE VUELVE A SU COLOR NORMAL, LUGO VUELVE A ENSEÑARLE LA JOYA QUE ANTES LE HABÍA ENSEÑADO, Y LA ABRE, DENTRO HAY DOS PASTILLAS BLANCAS, DOS ROJAS Y DOS VERDES)

Esta perla blanca es para vos,
así en esta larga espera,
podréis encontrar el consuelo
de un par de horas de sueño,
tiempo necesario para que nosotras
llevemos a cabo el plan ya pactado.
Estas otras de colores,
os las daremos o Teresa o yo,
pero sólo si todo se tuerce,
con ella el suave beso de la muerte,
será rápido e indoloro.

(SE VUELVE A GUARDAR LA JOYA EN LOS VESTIDOS, Y AMBAS DONCELLAS SE VAN DE LA ESCENA DEJANDO A SOLAS A DOÑA ISABEL, QUIEN SE TOMA LA PASTILLA QUE LE HA DADO LA DONCELLA I (es sólo un somnífero))

DOÑA ISABEL:
Sólo he de esperar...

FIN DE LA ESCENA IV

FIN SEGUNDO ACTO


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ESCENA I / ACTO II

(En el comedor, llegan las dos doncellas (I y II), donde justo al entrar, la doncella I apuñala a la II por la espalda y cae muerta sin pronunciar palabra; la doncella I esconde el cuerpo de la doncella II tras una cortina, con un trapo limpia la daga, la guarda en sus ropas, y esconde el trapo también. Segundos después aparece el Fiero que decepcionado por lo que le cuenta la doncella I se marcha)

(ENTRAN EN EL COMEDOR LAS DOS DONCELLAS, Y LA DONCELLA I ASESINA A LA DONCELLA II Y ESCONDE SU CADAVER TRAS UNA CORTINA)

DONCELLA I:
Cuando mi bob habibi
sea libre de su hechizo?
No creí ventura tal
en la que yo amara
¡Aunque Alá me condene al averno!

(ESCONDE EL TRAPO CON EL QUE HA LIMPIADO LA DAGA, Y EMPUÑA LA DAGA EN UN MOMENTO DE EXTASIS Y ODIO)

Aquí tienes mi alma
que arda y llore,
si el fiero no es mío
no ha de ser de nadie.
Ahí va mi pacto:
en la muerte pague mi ofrenta,
en vida disfrute del Fiero,
por ventura, no descanse su alma,
si no es conmigo arda su mente,
que sólo alcance la paz
cuando conmigo se halle.

(GUARDA LA DAGA, Y PREPARA DOS COPAS DE VINO, UNA PARA EL CUCO (CON EL VENENO) Y OTRA DE VINO NORMAL)

(APARECE EL FIERO EN ESCENA; PARECE NERVIOSO POR LA ESPERA...)
EL FIERO:
¿Mora? ¿sois vos?
Sí. ¿Hablastéis con vuestra señora?
¿A qué bienaventurada hora,
habré de esperarla?
¡Hablad, hablad, no calléis, mora!
DONCELLA I:
(MUY SEGURA DE SÍ MISMA... PERO FINGIENDO COMPASIÓN)
¡Oh, mío sidí!
¿Cómo deciros...?
¡Oh mi amado!
¿Cómo dañar vuestra alma..?
¡Oh impío destino!
¿Cómo quemáis la esperanza...?

EL FIERO:
(ALGO CONFUSO, NO SABE QUE PASA)
¿Qué decis, mora?
¿Qué murmuráis en acertijos?
¿Qué me ocultáis, mujer?
DONCELLA I:
(FORZANDO AÚN MÁS SU ACTUACIÓN... POR QUE VE QUE ESTA DANDO RESULTADO...)
¡Oh, Bon habibi!
No deseo vuestro mal,
mi amado,
mi luz,
por Alá quisiera ayudaros...
¡Más que cruel es el alma de mujer!

(SE PONE A LLORAR, PARA CAUSAR ASI MAYOR IMPRESIÓN EN EL FIERO; ADEMÁS, LO ABRAZA DE MODO MATERNAL...)

¡Oh, mi señor!
No sabéis como traté de convencerla,
como cante vuestras glorias,
como me dolió hasta al alma,
vender mi felicidad,
por la de mi señora...

(EL FIERO EMPALIDECE, YA EMPIEZA A IMAGINAR LAS MALAS NOTICIAS)

¡Ay, de mí! Pobre mora enamorada...
Por mi amado, traté de convencer,
sacrifiqué mis esperanzas,
para que una cristiana,
disfrutara de mis alegrias...
Más todo lo hice por vos,
por que os adoro,
por que deseo vuestra dicha...
Y así lo hice.
Le mostré la forma de citarse con vos,
como escapariáis, como viviriáis,
más esa ingrata,
esa cristiana traidora,
sólo tiene ojos para su esposo,
y para su comodidad...
No le importa su dolor,
¡oh mio sidí!
Daría cualquier cosa,
por no ser yo,
quien abriera vuestros ojos
a tan horrible dolor...

(VUELVE A PONERSE A LLORAR, EXPECTANTE DE LA REACCIÓN DEL FIERO)
(EL FIERO, MUY DOLIDO, YA HA COMPRENDIDO LO QUE QUIERE DECIR LA DONCELLA I... SE APARTA DE ELLA, Y DA UN PUÑETAZO EN LA MESA, SE LE NOTA NERVIOSO, MUY DOLIDO)
EL FIERO:
¿Cómo así?
No puede ser...
Mi Isabel... no...
¡Mentís, mora!
No puede ser...
¡oh, maldita!
Decidme que mentís,
os lo ruego,
os lo imploro...

DONCELLA I:
Más quisiera yo mentiros..
¡oh, sidí!
Prefiero morir a veros así...
Oh, mi señor...
solo os traigo la verdad...
Ya una vez os dije que os amaba,
y que por vos, os ayudaría,
y eso he hecho,
por Ála que lo hice...
No miento mi señor...
Mirad estos ojos que derraman
estas saladas lágrimas...
ved como no mienten,
como sienten el dolor,
como desearían estas manos,
haced justicia por vos,
y devolverle la ingratitud a esa...
a esa...

EL FIERO:
¡No! ¡Callad!
Eso no...
Prefiero mil veces que viva,
aunque sea en brazos de otro...
por que mi vida perdería el sentido...
¡Oh, Isabel!
¿Por qué... vuestra alma de mujer,
tiene que ser como todas...
mentirosa, traicionera, cobarde?
¡Oh, mi destino!
¿Qué habrá de ser de mí?
¡Oh, tu siervo, Isabel!
¿Qué haréis de vuestro siervo...?



DONCELLA I:
(SE ACERCA Y VUELVE A ABRAZAR AL FIERO, QUIEN NO RECHAZA EL ABRAZO)
¡Oh mio sidí!
¡Cómo quisiera apaciguar vuestro dolor!
Más, aquí no termina la historia...
La impía cristiana,
vuestra adorada amada,
teme que el cuco descubra vuestras intenciones,
y que confundido su esposo,
piense que ella a vos corresponde,
por eso desea decirle,
a su fiel esposo,
vuestras intenciones,
y asi desacerse de la tentación
y de todo riesgo..
Es por eso, mi señor,
que hube encerrado, en su alcoba,
a mi señora,
vuestra amada,
para avisaros a vos, a tiempo,
para que salvéis vuestra vida,
y si huís ahora, también vuestro nombre,
aunque aquesta afrenta,
a mi me cause la muerte...

(ANTE LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE LA MORA, EL FIERO CONMOVIDO LA ABRAZA)
EL FIERO:
Yo no olvido a una amiga,
y vos habéis demostrado amarme,
así que os sacaré de aqueste castillo,
no deseo que cambies vuestra vida,
por la mia,
y menos ahora que perdió todo sentido..
¡Oh cruel Isabel!
¡Cómo me engañásteis!
¡Ah! Pero mujer, no moriré,
no os daré aqueste placer...
viviré... seré vuestro tormento...
todo aquello que anheláis
y que jamás os será dado...
¡Oh, Isabel!
¿Seréis amada alguna vez?

(SUSPIRA, Y SE SUELTA DE LA MORA)

Mora, fiel mujer...
A por vos vendré presto,
pero ahora el dolor es demasiado grande,
me voy.
Pronto volveré a por vos,
esperádme,
y no levantéis sospecha...

(SE VA CABIZBAJO DE LA SALA... MIENTRAS SE QUEDA SOLA LA DONCELLA I)

DONCELLA I:
Todo sale tal y como lo he planeado...
Gracias Alá...
Presto...

(RIE)

Sólo he de esperar...

FIN DE LA ESCENA I
______________________________________________
ESCENA II / ACTO III
(Se desarrolla la escena en el comedor, como la anterior. La doncella I se encuentra sola en la sala, cuando aparece el Cuco, quien bebe el veneno que le ofrece la doncella I en la botella de vino.
En ese momento vuelve el Fiero con su escudero, y se entabla la lucha entre el Fiero y el Cuco, después de que este último asesine al escudero.
El Fiero mata a el Cuco, quien debilitado por el veneno de la doncella I se da cuenta de la trama de ésta y la delata delante del Fiero, quien después de acabar con la vida del Cuco hace lo propio con la doncella I )

(SE OYEN PASOS Y ENTRA EL CUCO EN ESCENA)

DONCELLA I:
(PARA EL PÚBLICO)
¡Ya comienza la batalla,
qué Alá me guíe!

(SE APROXIMA EL CUCO PENSATIVO)

EL CUCO:
¿Qué hacéis aquí, mora,
en lugar de velar por vuestra señora?

DONCELLA I:
He conseguido que durmiera,
ahora descansa mi señora,
vuestro castigo, sabio,
la ha dejado exhausta;
necesita soledad para reflexionar.

EL CUCO:
Bien decís, maldita mora.
Pronto a mis brazos volverá
y olvidará capricho alguno,
aquello que ahora llora.

DONCELLA I:
¡Qué Alá quiera vuestra ventura
más que yo la anhelo!
¡Oh mío sidí!
No os preocupéis de vuestra señora,
que por el amor que os ofrezco,
cuidaré que sea vuestra;
mientras yo en un rincón suspiraré
por vos mi bon habibi.

(EL CUCO CAE EN LA TRAMPA DE LA DONCELLA, SE ACERCA Y LA ABRAZA PARA CONSOLAR A SU SUPUESTA ENAMORADA)

EL CUCO:
Bella mora,
¿qué buscáis en un viejo noble?.
Amad a cualquier otro,
vos sois bella y fermosa,
dulce, fiel y sincera,
vos sabéis enamorar
a cualquier hombre
que os merezca.

DONCELLA I:
(VIENDO COMO TODO SALE COMO LO PREVISTO LE HACE MORDER EL ANZUELO AÚN MÁS)
Me habláis de amar cuando ya amo,
de buscar cuando he encontrado,
de enamorar a un enamorado.
¿Cómo pedís al mar que se seque?

(SE ACERCA A LA COPA DE VINO ENVENENADA Y HACE COMO SI BEBIESE DE ELLA)

No pido que me améis,
sólo dejadme que os sirva como os sirvo,
que soy y seré vuestra en cuerpo,
más allá de la pleitesía que os debo,
y en alma,
ese alma de mora
que arde y suspira por vos.

No soy digna de vos, lo sé mi señor,
y aunque mi alma, mi piel y mi ser
os anhele y espere,
a vos una mora impía os creará desprecio,
sé que me veis impura,
tal es vuestro desprecio que tan siquiera agua,
del agua que yo bebiera, beberíais,
que el vino que con mis labios tocará,
mi alma envenenaría?

EL CUCO:
(MUY COMPADECIDO)
¡Oh, mirad que no es cierto!
No os amo, mora,
pero no os desprecio;
mirad pues, mirad,
como aquesta copa tomo en mis manos,
la misma que vos habéis tocado,
y desprecio la otra nueva que no habéis tocado,
mirad como la acerco, pues, a mis labios,
por donde vos los vuestros habéis posado,
y ved también como me bebo el vino.

(BEBE UN BUEN TRAGO DEL VINO ENVENENADO)

Bebo del vino que vos no habéis envenenado;
y mirad dulce mora,
como aqueste vino me bebo,
¡Oh mora enamorada!
Yo no desprecio, pues soy noble caballero.

(EL CUCO SE BEBE TODO EL VINO)

No os amo, mora, no,
y nunca os amaré, hermosa,
vuestros encantos me son ajenos,
más mi deseo es vuestra dicha.
¿Qué no merecéis mora?
Sois fiel y virtuosa,
seguro que presto alguien os amará?

(SE OYEN PASOS Y ENTRAN DESDE LEJOS EL FIERO Y EL ESCUDERO)

DONCELLA I:
(PARA EL CUCO SÓLO)
¡Ahí viene ese maldito traidor!
¡sidí, limpiad vuestro nombre!

EL CUCO:
Silencio, buena dama,
pues pronto llegará su final.

EL FIERO:
(PARA EL PÚBLICO)
Ahí esta mi maldito enemigo.
¡Cuan larga habrá de ser mi espera!
¿Cuándo mi dama vendrá a mis brazos?
Y mientras he de seguir torturado,
sirviendo a aquel que la toca,
a aquel que es su esposo.

EL CUCO:
(SARCÁSTICAMENTE, MUY FORZADO)
¡Oh, mi gran amigo!
Bienvenido seáis, buen caballero,
mi gran y fiel guerrero,
bienvenido es también su escudero.

(POSAN UNA RODILLA EN EL SUELO A MODO DE REVERENCIA, TANTO EL FIERO COMO EL ESCUDERO)

Levantaos, amigos levantad,
pronto estará la cena,
y si aún seguís en esta tierra
estáis, como no, convidados.
Pero no me lo agradezcáis sólo a mi,
se lo deben a la pura, cándida, fiel Isabel.

Siempre me he preguntado...
¿Vos, escudero, daríais la vida por vuestro señor,
venderíais vuestra alma por el Fiero?

EL ESCUDERO:
Como escudero he de hacerlo;
pero un simple escudero
en el campo de batalla
bien puede rehusar de ello,
más con el Fiero me une amistad,
muchas batallas, me temo
no daría mi vida por él como escudero
sino como un amigo por un amigo.

(LA DONCELLA I ESTA DESCONCERTADA, ASÍ QUE SE ALEJA UN POCO DE ELLOS; ASÍ SE CENTRA REALMENTE LA ACCIÓN EN ELLOS TRES)

EL CUCO:
No me cabe la duda de vuestra nobleza,
ni tampoco de que Dios le guarda un sitio con Él.
¿Y vos Fiero?
¿Sois tan gallardo caballero
como para morir por un simple escudero?

EL FIERO:
Por un simple escudero, no.
¿quién lo haría, ¡por ventura!?
más si de un buen amigo se tratara,
y aqueste lo es. Me consta.
Además si no fuese por su condición plebeya,
Dios sabe ¡que buen caballero sería!
Yo no sólo lo llamaría amigo,
es más bien un hermano
forjado en sangre de batalla,
en los días de sufrimiento,
y en tiempo de gozo y dicha.

EL CUCO:
Como me honra oiros,
Tenéis tan puros valores.

(SE EMPIEZA A NOTAR UN POCO MAREADO POR LOS EFECTOS DEL VENENO, PERO PIENSA QUE ES LA TENSIÓN ACUMULADA)

Me permitís buen escudero,
ver esa extraña espada.

EL ESCUDERO:
Jamás la presto,
más por ser vos quien sois.
Además entiendo que os llame la atención,
es una hermosa espada labrada,
parca, sencilla y honrada,
al tiempo que trabajada y pensada;
siendo mi padre herrero
y mi tío artesano
ambos la forjaron para mí,
como su honra hasta mi muerte

(DESENVAINA LA ESPADA, LA COGE CUIDADOSAMENTE POR EL FILO, SE ACERCA AL CUCO, Y SE LA OFRECE POR EL MANGO. ESTE LA COGE SE ACERCA AL ESCUDEROY LE CLAVA LA ESPADA EN EL ESTÓMAGO Y LO ABRAZA)

EL ESCUDERO:
(DÁNDOSE CUENTA DE SU MUERTE ESTÚPIDA Y SIN SOLTARSE DEL CUCO, QUIEN LO ESTÁ SOSTENIENDO PARA QUE NO CAIGA, RÍE AMARGAMENTE, EL FIERO NO COMPRENDE QUÉ PASA)
¡Es increíble cuan sutil
fue cada palabra del Cuco!
¡Qué buen hermano soy Fiero!,
cuan me debes, hermano,
mi vida por la tuya,
¡eso, eso no me importa!
pero mi vida
por la de una mujer innoble

¡Ah Fiero, que el cielo perdone tu ofensa!
¿Por quién daríais la vida primero,
por tu hermano el escudero,
o por esa dama mentirosa?

EL FIERO:
(MUY CONFUSO, NO ENTIENDE LO QUE PASA)
¿Qué decís insensato?

(EL ESCUDERO LOGRA SEPARARSE DEL CUCO, SOLTANDO TAMBIEN LA ESPADA QUE CAE SEGUNDOS ANTES DE QUE EL ESCUDERO LO HAGA SOBRE ELLA)

EL ESCUDERO:
¡Qué Dios te perdone!,
pues yo ahora no puedo,
hermano,
que la sangre de doña Isabel
limpie mi tumba
y se lleve ella
cualquier culpa mía.
¡Maldito, maldito!

(MUERE, esas últimas palabras las dice antes de caer y morir, como es lógico)

EL CUCO:
Dios te llevará al cielo,
mártir noble y bueno.

(EL FIERO, MUY CONFUSO SE ACERCA AL ESCUDERO Y COMPRUEBA QUE ESTA MUERTO)

EL CUCO:
¿Duele la traición?
Ha muerto un hombre
a causa de vuestra traición.

(EL FIERO LLENO DE ODIO DESENVAINA SU ESPADA Y AMENAZA AL CUCO)
EL FIERO:
¡Maldito Cuco!
¡Os maldigo a vos
y a la bruja de vuestra esposa!
¿Por qué aquesta muerte?
¿Cuál fue su culpa?
¿por qué no saldar mi locura conmigo?
¡maldito cobarde!

(EL CUCO SE DESVANECE, PERO SE RECUPERA, Y TAMBIÉN DESENVAINA SU ESPADA)
EL CUCO:
Vos me quitáis a mi dama,
y yo a cambio,
cargo un muerto a vuestras espaldas...
¿no lo veis justo,
fiel caballero?

EL FIERO:
(CON UN ARREBATO DE IRA, SE LANZA SOBRE EL CUCO Y EMPIEZAN A LUCHAR, AUNQUE SE VE CLARAMENTE LA SUPERIORIDAD DEL FIERO SOBRE ELCUCO, AUN ES MAS NOTABLE POR LOS CADA VEZ MAS IMPORTANTES MAREOS QUE PADECE EL CUCO)
¿Qué os pasa mi señor?
¿dónde esta vuestra tan loada gallardía?

(EL CUCO DE MAREO CAE AL SUELO, EL FIERO ESPERA A QUE SE INCORPORE, PERO EN ESTE MOMENTO EL CUCO SE DA CUENTA QUE LO QUE LE OCURRE NO ES NORMAL, PUES AHORA TAMBIÉN SE LE NUBLA LA VISTA; MIENTRAS TRATA DE INCORPORARSE, SE FIJA EN UNA FIGURA AL FONDO DE LA ESCENA, LA DONCELLA I Y SE DA CUENTA DE LA TRACIÓN. DE TODOS MODOS TRATA DE ABALANZARSE SOBRE EL FIERO)

EL CUCO:
¡Maldita!
¡Maldita bruja!
¡Mora mal nacida!
¡Me habéis envenenado!
¿Qué le habréis hecho a Isabel?

(EN ESE MOMENTO EL FIERO LE CLAVA SU ESPADA AL CUCO Y EL CUCO CAE AL SUELO)

EL FIERO:
¡Saldad su muerte
y arded en el infierno,
que no tengáis descanso
por haber asesinado tan loable
tan gentil escudero!

EL CUCO:
(AGONIZANTE)
Vos vendréis conmigo,
presto, estaréis conmigo,
no lo dudéis...
EL FIERO:
¡No lo dudéis!

(SACA LA ESPADA DEL ESTÓMAGO DEL CUCO, Y LE DA EL TOQUE FINAL, MURIENDO POR FIN EL CUCO)

(ENFURECIDO, SE GIRA PARA BUSCAR A LA DONCELLA I)

Y ahora vos...
maldita mora...
¡ha llegado vuestra hora!

DONCELLA I:
¿Maltrataréis a una mujer
que os ama, indefensa,
que tan sólo quiso libraros
de vuestro peor enemigo,
el esposo de vuestra dama?

EL FIERO:
(MAS ENFURECIDO AUN)
¿Indefensa, amor?
Vos no sois mas que una bruja...
por vuestra culpa, malvada mora,
han muerto inocentes...

(GRITANDO, FUERA DE SÍ, SE ABALNZA ENLOQUECIDO SOBRE LA DONCELLA I
Y LE CLAVA SU ESPADA, CAYENDO ÉSTA MUERTA EN EL SUELO)

Purifique mi espada
el mal que esta bruja,
con su maldad ha creado,
y perdone Dios mis errores,
que tanto dolor han traído,
perdóneme mi único Señor...
solo fue un hechizo de amor...

(CAE DE RODILLAS EL FIERO, LLORANDO, CON LA ESPADA ENSANGRENTADA EN LA MANO)

FIN DE LA ESCENA II 
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ESCENA III / ACTO III
(Empieza esta escena, con el Fiero de rodillas en el suelo llorando, entre los cadáveres del escudero, el cuco, y la doncella I. En ese momento llega un guardia con el monje, que ante tal escena, el guardia se abalanza sobre el Fiero y lo mata. Tras esto, el monje y el guardia, doloridos por la escena, abandonan el castillo; acabándose así la escena )

EL MONJE:                                  (NERVIOSO, CONFUSO)
¿Qué habéis hecho?

EL GUARDIA:
(SE LANZA SOBRE EL FIERO, QUIEN SIGUE DE RODILLAS REZANDO UN PADRE NUESTRO EN LATIN, Y QUE NO REALIZA NINGUNA OPOSICIÓN. LO MATA ALLI MISMO)

EL MONJE:
(LLORANDO)
¡Oh, Dios, perdonadle!
¡Pobre diablo enamorado!
Apiadaros de él...
¿Por qué, por qué?

(EN ESE MOMENTO SE APOYA SOBRE LA CORTINA DONDE LA DONCELLA I HABIA OCULTADO A LA DOCELLA II, Y DESCUBRE A LA DONCELLA ASESINADA)

Joven guardia, marchémonos.
Que aqueste castillo les sirva de sepultura.
Salgamos,
que nadie vuelva a este castillo viciado.
Marchémonos, huyamos,
antes que la muerte se regocije,
también, con nuestros cuerpos.
¡Tanto dolor no es soportable!

(SE MARCHAN EL GUARDIA Y EL MONJE LLORANDO)

FIN ESCENA III
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ESCENA IV / ACTO III

(Se encuentra doña Isabel en su alcoba, encerrada, ajena a toda la historia acontecida)

DOÑA ISABEL:
Sólo he de esperar..
¿Del Fiero, del cuco, de la mora?
¡Es lo mismo!
¡Vendrán presto a sacarme de aquí!

Sólo he de esperar...

(SE RIE)



FIN DE LA ESCENA IV

Fin del Tercer Acto


Fin de la Obra
Esta obra se acabó de imprimir el 21 de Mayo de 2001
© Lidón Montoliu Ferrera, 1996-2001
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