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domingo, 13 de marzo de 2011

Agustín de la Poza. - Selección de Poesías

Autores en KulturArt : Poesía

Agustín De la Poza      .e-mail
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COMENTARIO LITERARIO A AGUSTÍN DE LA POZA por J. BALSA CIRRITO
CUANDO EL VERSO LLEVA AL CONOCIMIENTO

Quizás lo más importante de los versos de Agustín de la Poza sea su concepción de la poesía. De la Poza, y creo que es algo que salta a la vista incluso del lector más despistado, trasciende del hecho literario a la hora de la creación. Sus poemas, son, de este modo, una forma de conocimiento, un intento de acercarse dignamente a los misterios del hombre, una consolación sincera tanto para él como para el lector.Y ese conocimiento al que aspira De la Poza y a la vez intenta reflejar en sus escritos, tiene su origen en la experiencia vital más que en la experiencia literaria. Es importante esta salvedad y no porque creamos que el único requisito para la buena poesía sea la sinceridad (evidentemente (Eliotdixit), con buenos sentimientos se pueden realizar malos poemas) sino porque pensamos que las experiencias librescas sólo alcanzan a materializarse en forma de versos igualmente librescos, que pueden quizás admirarnos pero, difícilmente pueden llegar a emocionarnos.
De igual forma, la sinceridad de los versos de Agustín de la Poza no está reñida (en absoluto) con el aprecio de la forma. Realmente, la envoltura poética de sus versos es singular, ya que están recubiertos de una cáscara sutil de gravedad senatorial, de cierto estoicismo que se me antoja sólo aparente (en todo caso esto tendría que ser el propio autor quien lo confirmara o refutara) porque en el fondo nos envía a ese hijo que une a todos los hombres y que hace que todos (en cualquier tiempo, lugar o condición) tengamos los mismos temores y las mismas alegrías.
Por último, que permito darles un consejo para la lectura: las imágenes no son vacuas y gratuitas y tienen un apreciable rigor en la construcción. No nos encontramos ante una cascada de metáforas visionarias colocadas al albur de la pluma. Deténganse. Rúmienlas. Y si tal es su cuerda, disfrútenlas.
José Balsa Cirrito
Autor de la novela: La Estafeta del Viento
Profesor de Lengua y Literatura Española


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      Soy esclavo de los dioses.
Los sollozos de tus ojos,
soles verdaderos,
son manantiales de agua viva
que hablan por ti.
Dejando arrumbada la soledad,
al dramaturgo solitario
y los olvidos piadosos de una mujer.
Mujer. Fruto de la mano de Dios
y ética del firmamento.
Embrujador destierro,
allá en el pasado, en los confines.
La tierra hace lento el caminar
e indulgente tus voces
son repiques de las creencias marchitas.
Con cuerpo esbelto
y silueta bordada
sobre la tierra,
sobre las flores,
dejando la huella,
acariciando,
la tierra muerta.    
                  


La blasfemia de la muerte.
Bisecar el corazón
y la blasfemia de la muerte,
palabras del felibre fascista.
El corazón
con ritmo acelerado
en tu cuerpo maderero,
virgen de mis entrañas.
Con el soplo del espíritu
coherente a la imagen
del pensamiento de niñez.
Claudicante desde recién nacida
recurriendo como antaño
a la mentira verdadera.
Qué dolor he sentido
cuando de tu boca fecundaste
una idea.
Grande fue mi dolor
como soplo de letargo
arraigado a los pilares
decidiste de forma ajena
tu voluntad de voluntades.
                                    
                      Mi opinión.
Suenan las campanas
pasada la media noche
con la ilusión de los blancos vestidos,
una historia oculta y una ilusión estéril.
No llega la sazón. Nunca.
Sí el desafío y la pelea
al corazón esférico.
Es discreto el laconismo en tu sonrisa
y triste comprobar tu triste estado
en aquella España tosca e inerte.
Ahora, con la mirada del mal, llegan
la oscuridad y la inquietud
movidas por el anhelo de certezas.
Pájaro que resplandeces
¡cómo me achica tu brillo
con el sol que se pone
y el viento soplando desde el oriente!.
Palabras de pies cansados,
sin ideas. Mientras, tú cabalgas
a la razón oprimida.


Ha llegado mi hora.
Ha llegado mi hora.
La hora de entregarme,
por caminos diferentes
y abandonando las palabras.
Mi frío cuerpo de muerte
junto al leve roce de tu pelo
se entregan al frío desierto.
Me fui alejando,
cada vez más cerca.
La oscuridad y las ráfagas
son paso a paso mi tormento
en mi oscura memoria
formando humos, sombras y sueños.
Deseo regresar
y vivir lo cotidiano
sin perder la pauta
y comprando la vida a segundos.
Siempre con la interrogante,
siempre con el espíritu en la boca,
siempre con la sonrisa en la boca
para vestir de blanco mi cuerpo cansado.
Mi existencia está inquieta,
y no se divierte, porque está muerta.

                                                 
En los confines del sol
Allí donde naces
penumbra de estrellas
navego firme
en la falúa,
tendido en popa.
Suplico al adefesio reptil,
espejo misericordioso
diseminado de ideas,
profano.
Difícil proselitismo
en primavera de otoño.
Desnuda tu barro
y descubre el entorno.
La cara oculta esconde tu hermosura.
Pierdo la naturaleza
con tu nombre presente,
olvidando la vida por vivir.
De ideas otoñales
vegetando en tu recóndito agujero.

M
i decir que decir tiene
sin rechazo traducido
sin intención conjuntada.





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